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lunes, 5 de octubre de 2015

EVENTOS: FORO DE VACUNO LECHERO 2015 EN CÓRDOBA (ESPAÑA)

El II Foro Vacuno de Leche se ha celebrado durante los días 1 y 2 de octubre de 2015 en la ciudad de Córdoba (España). El evento, organizado por Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía, con el objetivo de propiciar la reflexión y el análisis sobre el modelo del vacuno de leche en la región andaluza, ha contado con la presencia en el Acto oficial de inauguración de Carmen Ortiz, consejera de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.

En su intervención Carmen Ortiz ha resaltado la tenacidad en el esfuerzo que el sector ha venido haciendo para mejorar las condiciones de producción, modernizarse y crecer en competitividad. En este sentido, la consejera ha destacado la labor de las cooperativas por robustecer al sector con la creación de la Organización de Productores de Leche del Sur (OPL del Sur), agrupación que ha permitido que Andalucía afronte en mejor situación que otras comunidades autónomas la crisis por la caída de precios tras el fin de las cuotas. Asimismo, ha animado al sector a seguir trabajando por mejorar la formación de los jóvenes y la modernización de las industrias y explotaciones ganaderas.

Por otra parte, la consejera también ha destacado que el nuevo Programa de Desarrollo Rural 2014-2020 contempla medidas para dar respuesta a los retos que actualmente tiene planteados el sector ganadero, que permitirán avanzar en la formación de los jóvenes ganaderos profesionales, impulsar el relevo generacional, las inversiones para la modernización de industrias y explotaciones y mantener el apoyo a las Agrupaciones de Defensa Sanitaria (ADSG). En este sentido, se pretende que los recursos que se ponen a disposición del sector se empleen en medidas que permitan equilibrar la cadena de valor para garantizar que los ganaderos obtengan unos márgenes justos, y que las explotaciones sean competitivas y eficientes. El desafío es que el mercado andaluz y español, puedan ser abastecidos por los productores locales, para lo que es necesario propiciar buenas relaciones comerciales, promocionar las producciones autóctonas y proteger al ganadero con contratos justos.

Carmen Ortiz ha señalado que los ganaderos son la base del motor económico del sector lácteo andaluz, prometiendo que la consejería destinará gran parte de sus recursos humanos y económicos para ayudar a mejorar la competitividad, los intereses y desarrollar la economía de la cadena sectorial. Un tema prioritario para la consejera es la sanidad animal para garantizar el cumplimiento riguroso de los Programas Nacionales de Erradicación de las Enfermedades Animales (PNEEA), de influencia directa en la competitividad y rentabilidad de las explotaciones lecheras, así como en las transacciones comerciales de ganado en vivo con países terceros.

Finalmente, la consejera ha destacado la importancia del sector vacuno en la provincia de Córdoba, que representa el 68 % de los productores (respecto a 612 explotaciones en la región), y el 58% de la producción total (más de 280.000 toneladas) de leche de vaca de Andalucía. En la comarca cordobesa de Los Pedroches se localiza la mayor producción de leche de vaca de Andalucía, con explotaciones que figuran entre las más productivas de todas las regiones españolas.

El programa del Foro se ha estructurado en tres Mesas sobre distintos aspectos específicos: Sanidad (M-1), Producción e I+D+i (M-2), y Planificación futura (M-3). En la sesión inaugural estuvieron presentes Francisco Zurera Aragón, delegado territorial de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía en Córdoba, Rafael Olvera Porcel, director general de la Producción Agrícola y Ganadera, y Ricardo Delgado Vizcaíno, presidente de Covap. Al finalizar la intervención de los ponentes se abría una ronda de preguntas.

En la mesa de Sanidad se han abordado diversas temáticas: Situación actual de la Tuberculosis en España, por parte de Lucio I. Carbajo Goñi, subdirector General de Sanidad e Higiene Animal y Trazabilidad del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (Magrama) del Gobierno de España; Experiencias en la lucha contra la Tuberculosis Bovina de un país oficialmente Indemne (el caso de Francia); Resultados de la aplicación del Programa de Erradicación de la Tuberculosis Bovina en la Comunidad Autónoma de Galicia, por Jorge Enrique Mourelo Estella, Consellería do Medio Rural e do Mar, Xunta de Galicia; Nuevas estrategias en la lucha contra la Paratuberculosis, por Joseba M. Garrido Urkullu, jefe del Departamento de Sanidad Animal de NEIKER. La mesa estuvo moderada por Manuel Fernández Morente, jefe de Servicio de Sanidad Animal Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía.

En la mesa de Producción e I+D+i se trataron los Avances en Genómica, por parte de José Antonio Jiménez Montero, director del Departamento Técnico de CONAFE; Alimentación de vacas de alto rendimiento; Sistemas de información para planificación de la producción de leche, por Sergio Calsamiglia Blancafort, catedrático de Ciencia Animal y de los Alimentos de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Autónoma de Barcelona; Tecnologías reproductivas en la era genómica, por Daniel Martínez Bello (Embriovet & Embriomarket). Actuó como moderador Antonio Casas, presidente de la Asociación de Frisona Andaluza (AFA).

La mesa sobre Planificación del futuro contó con la intervención de Eduardo Baamonde Noche, director general de Cooperativas Agro-alimentarias de España; Antonio Carmona Mora, director general de COVAP; José Luis Antuña Álvarez, director general de FEIRACO; Fernando Miranda Sotillos, director general de Producciones y Merados Agrarios del Magrama; un representante de la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural de la Junta de Andalucía, y Juan Rafael Leal Rubio, presidente de OPL del Sur. El moderador de la sesión ha sido Agustín González Sánchez, consejero delegado de Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía. Una mesa redonda dio paso al Acto de Clausura del Foro, con la presencia de Juan Rafael Leal Rubio, y Agustín González Sánchez.




José Luis Ares (docente)

jueves, 23 de julio de 2015

INVESTIGACIÓN: EFECTO ACEITES VEGETALES DIETA CABRA MALAGUEÑA (ESPAÑA)

En un trabajo de investigación se ha estudiado la adición de aceites vegetales con distintos grados de insaturación a las dietas de cabras en lactación, y su efecto sobre la digestibilidad y la producción y composición de la leche.

El contenido de lípidos de las dietas comunes de los rumiantes (2-5%) puede elevarse para aumentar la concentración energética de la ración alimentaria, reducir el riesgo de acidosis ruminal y la caída de la grasa láctea, o modificar los ácidos grasos absorbidos en el intestino delgado y depositados en sus productos. El incremento del contenido graso de la dieta requiere la adición de materias primas especialmente ricas en lípidos o fuentes de grasa. La adición de fuentes de grasa protegidas mediante procedimientos físicos o químicos (encapsulación, hidrogenación, sales de calcio, acilamidas) a la dieta de los rumiantes permite incrementar la cantidad de ácidos grasos dietarios disponibles para la absorción intestinal a la par que se reducen los efectos negativos sobre la población microbiana ruminal.

Por el contrario, la inclusión de lípidos no protegidos (semillas oleaginosas, aceites y grasas) en la dieta puede afectar negativamente a la población microbiana del rumen y, por tanto, a la digestión de la dieta y el suministro de sustratos a la glándula mamaria para la síntesis de la leche. Una amplia revisión realizada por Martínez Marín y colaboradores (2011) ha permitido constatar que un aporte igual o inferior a 4% de grasa extra en la dieta no suele afectar negativamente la digestibilidad total de los carbohidratos fibrosos, con independencia del grado de insaturación, forma de presentación y procesado de la fuente de grasa (33 tratamientos sin efecto sobre un total de 40). Cuando la cantidad de grasa extra es mayor de 4%, la ocurrencia de un efecto negativo es más probable (19 tratamientos sobre un total de 32). 

La mayoría de los trabajos de investigación que han reportado el efecto del suministro de fuentes de grasa no protegidas a hembras rumiantes lecheras sobre la digestibilidad de la dieta se han realizado con vacas en lactación; mientras que el número de investigaciones similares realizadas con cabras en lactación es menor. No obstante, se ha comprobado que la adición de aceites vegetales ricos en ácidos grasos insaturados (AGI) a la dieta tiene efectos diferentes sobre la producción y composición de la leche según se trate de vacas, ovejas y cabras. En este sentido, algunos investigadores señalan que la mayor velocidad de tránsito ruminal característica de las ovejas y las cabras podría atenuar el efecto negativo de los AGI sobre la digestión ruminal y la producción de sustratos para la glándula mamaria (Sanz Sampelayo y colaboradores, 2007). Por otra parte, la mayor velocidad de tránsito reduciría la producción ruminal de isómeros del ácido linoleico conjugado (CLA) que tienen efectos metabólicos directos sobre la síntesis de grasa láctea (Chilliard y colaboradores, 2003), como por ejemplo, el 18:2trans-10,cis-12, y 18:2trans-9,cis-11 (Shingfield y Griinari, 2007).

En los ensayos realizados en este trabajo los animales fueron mantenidos de acuerdo con la normativa española de protección de animales de experimentación (Real Decreto 1201/2005, de 10 de octubre, sobre protección de los animales utilizados para experimentación y otros fines científicos). Se utilizaron 12 cabras de raza Malagueña (45±5 días de lactación, y 47,2±4,2 kg de peso vivo inicial), alojadas individualmente en jaulas de 1,0 x 1,4 metros, con suelo permeable a los excrementos y dotadas de comederos y bebederos independientes. El régimen de iluminación fue de 16 horas y la climatización aseguró condiciones termoneutras en el alojamiento. En los meses previos al comienzo de las experiencias todos los animales fueron vacunados y revacunados frente a agalaxia contagiosa, mastitis gangrenosa, enterotoxemia y septicemia hemorrágica. El ordeño se realizó individualmente, una vez al día, a las 8:30 horas, utilizando el sistema de ordeño mecánico instalado en el alojamiento. Al finalizar el ordeño, la leche residual se extrajo mediante ordeño manual. La ración se formuló de acuerdo con las recomendaciones de NRC (2007), se preparó diariamente para cada una de las cabras y se repartió en dos comidas iguales a las 9:30 y 16:00 horas.

Los animales fueron asignados al azar a uno de cuatro tratamientos: sin aceite añadido a la dieta y adición de 48 g/d de aceite de girasol alto oleico, aceite de girasol normal o aceite de lino (dietas CONTROL, GAO, GN y LIN, respectivamente). La dieta base estuvo compuesta por heno de alfalfa y un concentrado granulado en proporción 30/70. La composición del concentrado fue (en g/kg): 375,0 de maíz, 374,9 cebada, 200,0 harina de soja, 30,0 de premezcla de vitaminas y minerales, 20,0 aglomerante, y 0,1 de antioxidante. Los concentrados de los tratamientos con aceite incluyeron 3,85%, sobre peso seco al aire, de uno de los tres aceites. El suministro de concentrado en cada dieta se ajustó de acuerdo con el contenido de aceite para un aporte igual de nutrientes en todos los tratamientos con excepción de la grasa extra. El contenido de energía metabolizable y proteína metabolizable calculado de acuerdo con NRC (2007) fue 2,67 Mcal/kg y 123 g/kg en la dieta CONTROL, y 2,77 Mcal/kg y 119 g/kg en las dietas GAO, GN y LIN. El período experimental duró 21 días, incluyendo la adaptación a los tratamientos y la toma de muestras.

El peso vivo (PV) de las cabras se controló al comienzo y al final del período experimental mediante una báscula, con una precisión de ±0,1 kg. Las pesadas se realizaron siempre inmediatamente después del ordeño y antes de la primera comida del día. El consumo de alimentos se registró diariamente para cada animal y se calculó como la diferencia entre la ración ofrecida y los residuos recogidos en el comedero al día siguiente, antes de la comida de la mañana. Los ingredientes de la dieta fueron muestreados al comienzo del experimento y almacenados junto a los residuos a –20 ºC hasta el análisis. La digestibilidad se determinó utilizando cromo como indicador externo. El cromo fue ligado a harina de trigo mezclando homogéneamente ésta con dicromato potásico diluido en agua y calentando la masa húmeda obtenida, protegida del contacto con el aire, durante 24 horas en estufa a 100 ºC. El producto así preparado se añadió al concentrado en una cantidad de 2%. La recolección de heces de recto se realizó durante cuatro días a intervalos de cuatro horas, atrasando la recogida una hora cada día. Muestras de 25 g de heces se desecaron en estufa a 103 ºC, posteriormente se mezclaron alícuotas de las muestras de cada cabra para obtener una muestra compuesta para el análisis. El contenido de cromo del concentrado y las heces se determinó por colorimetría. La digestibilidad se calculó según la fórmula: Digestibilidad = 100 – [100 * (%indicador en el alimento / %indicador en las heces) * (%nutriente en las heces / %nutriente en el alimento)].

Los procedimientos descritos por AOAC (2006) fueron utilizados para determinar la materia seca (MS) y la fibra bruta en los alimentos, los residuos y las heces, y las cenizas, la proteína bruta (PB) y la grasa por hidrólisis ácida previa (GHA) en los alimentos y las heces. La fibra neutrodetergente (FND) fue analizada por el método de Van Soest y col. (1991). El almidón se determinó por polarimetría. Los carbohidratos no fibrosos (CNF) fueron calculados por diferencia. Los ácidos grasos de los aceites fueron metilados de acuerdo con ISO (2000) y cuantificados por cromatografía gaseosa mediante el procedimiento descrito por ISO (1990). El último día del período experimental se recogieron dos muestras de leche de cada animal. Una muestra se utilizó para la determinación de la composición química, mediante análisis en un Milko-Scan FT120 calibrado para leche de cabra. La muestra restante se conservó congelada a –20 ºC. La producción individual de leche se midió en cada uno de los tres últimos días del período experimental y se expresó en una base de 24 h.

El estudio estadístico se realizó con el procedimiento GLM de SAS 9.1. El modelo utilizado para el análisis de los datos de digestibilidad fue: Yij = μ + αi + εij, donde Yij = variable dependiente; μ = media general; αi = efecto del tratamiento (i = 1 a 4); εij = error residual. El modelo utilizado para el análisis de los datos productivos fue: Yij = μ + αi + βXij + εij, donde Yij = variable dependiente; μ = media general; αi = efecto del tratamiento (i = 1 a 4); βXij = covariable (valor preexperimental de la variable dependiente); εij = error residual. La comparación de las medias se realizó por el test de Tukey. El nivel de significación se estableció en P < 0,05 en todas las pruebas. Los resultados presentados en los cuadros están expresados como medias de mínimos cuadrados, ajustados por la covariable en el caso de los datos productivos.

Los resultados obtenidos indican un consumo de aceite inferior al previsto (48 g/d), si bien no se apreciaron diferencias significativas (P > 0,05) entre tratamientos: 42,2, 44,2 y 40,9 g/d (EE = 4,5), en los tratamientos GAO, GN y LIN, respectivamente. Por otro lado, el consumo de AGI fue claramente mayor en las dietas con aceite añadido y hubo diferencias apreciables entre estas en el grado de insaturación de la grasa aportada. El ácido oleico representó casi el 50% de los ácidos grasos totales aportados por la dieta GAO. El ácido linoleico supuso en torno a 40% de los ácidos grasos totales aportados por la dieta GN, duplicando el contenido de ácido oleico. En la dieta LIN, el aporte de ácido α-linolénico fue ligeramente mayor que el del ácido linoleico y, a su vez, el aporte de ácido oleico fue menos de la mitad del de éste. 

En cuanto a los resultados de consumo, excreción fecal y digestión de los componentes de las dietas y coeficientes de digestibilidad total aparente de estos, no se detectaron diferencias significativas (P > 0,05) por efecto del tratamiento en el consumo de los componentes de la dieta ni en los parámetros digestivos calculados a partir del coeficiente de digestibilidad total aparente, con excepción de la GHA. La cantidad consumida y digerida y el coeficiente de digestibilidad total aparente de la GHA fueron significativamente mayores (P < 0,05) en las dietas con aceite añadido. El almidón fue completamente digerido, hallándose la cantidad en heces por debajo del límite de capacidad de detección del método analítico (< 5% MS). Los contenidos de nutrientes digestibles totales (NDT) y la energía metabolizable (EM) de las dietas, calculados a partir de los datos de digestibilidad, no fueron significativamente distintos (P > 0,05) entre los tratamientos.

Por otra parte, los tratamientos no afectaron significativamente (P > 0,05) al consumo de materia seca (CMS) total, al consumo de concentrado, a la producción lechera ni a la composición de la leche. El consumo de heno de alfalfa fue significativamente mayor en los tratamientos CONTROL y GN, menor en el tratamiento LIN e intermedio en el tratamiento GAO. Aunque el contenido de grasa láctea no mostró diferencias significativas entre los tratamientos (P > 0,05), se observaron diferencias numéricas paralelas a las diferencias observadas en el consumo de heno de alfalfa. El porcentaje graso fue numéricamente mayor en los tratamientos CONTROL y GN, menor en el tratamiento LIN e intermedio en el tratamiento GAO.

La ausencia de efectos negativos de la adición de los aceites a la dieta control sobre la digestión de la PB es un hallazgo común en los experimentos de digestibilidad. De forma general, la inclusión de fuentes de grasa no protegidas en la dieta de los rumiantes no afecta o aumenta la digestibilidad aparente de la PB. Algunos autores indican que los lípidos no protegidos no afectan al flujo duodenal de nitrógeno no amoniacal ya sea de origen microbiano o dietético, por lo que el efecto de los lípidos sobre la degradación de la PB en el rumen y la síntesis microbiana es mínimo. Sin embargo, otros autores observaron que la adición de 4,5% de grasa extra en forma de aceite o semilla de soja a la dieta de cabras en lactación redujo la digestibilidad aparente de la PB, hecho atribuido a una menor degradación de la proteína dietética por reducción de los protozoos ruminales, y, por tanto, una mayor contribución de la misma al nitrógeno fecal. Por el contrario, Jouany (1996) observó que la reducción de la población protozoaria del rumen a menudo resulta en un aumento del número de bacterias y mayor entrada de proteína microbiana al intestino delgado; este hecho podría resultar también en una reducción de la digestibilidad aparente de la PB, pero la causa sería una mayor excreción fecal de nitrógeno microbiano no digerido.

La adición de fuentes de grasa no protegidas a la dieta de los rumiantes, especialmente aceites vegetales, se relaciona comúnmente con una reducción de la digestibilidad de las paredes vegetales. La causa estriba en el efecto negativo, bien conocido, de los aceites sobre los protozoos y las bacterias fibrolíticas. No obstante, la ausencia de efectos negativos de los aceites sobre la digestibilidad de la FND observada en el presente trabajo está de acuerdo con experimentos publicados en los que la adición de aceites con similar grado de insaturación (colza, soja y lino) a la dieta de ovejas y vacas fue inferior a 4% MS. Cuando la cantidad de grasa extra añadida a la dieta es superior a 4% MS, la ocurrencia de efectos negativos sobre la digestibilidad de la FND es más frecuente en todas las especies rumiantes con independencia del grado de insaturación. Por otro lado, una menor digestión ruminal de la FND compensada totalmente por la digestión posruminal no puede ser descartada en alguno de los tratamientos con aceite de nuestro trabajo a pesar del bajo nivel de grasa extra en la dieta. La ausencia de efectos negativos sobre la digestibilidad de los CNF en los tratamientos con aceite coincide con otros resultados obtenidos en cabras, bovinos y ovinos. Los valores obtenidos en todos los tratamientos del presente trabajo fueron muy altos y superiores a los observados por otros autores, probablemente debido a la elevada proporción de almidón en los CNF de nuestras dietas. Además, la digestibilidad total aparente de los CNF en los rumiantes es una función lineal de su contenido en la dieta. 

El aumento de la digestibilidad aparente de la grasa observado en los tratamientos con aceite comparados con el control está de acuerdo con Palmquist (1991). Este autor señaló que el aumento del consumo de grasa incrementa la digestibilidad aparente de los lípidos debido a la dilución de la grasa endógena fecal y los lípidos no saponificables de los alimentos pero ocasiona una disminución de la digestibilidad verdadera. En este sentido, debe señalarse que la digestibilidad intestinal de la grasa disminuye linealmente al aumentar su consumo debido principalmente a la baja digestibilidad del ácido esteárico, cuyo flujo duodenal se incrementa marcadamente en las dietas ricas en AGI por efecto de la biohidrogenación ruminal de estos.

Respecto a los resultados productivos obtenidos se constata la ausencia de efecto negativo de los tratamientos sobre el CMS, lo que concuerda con los trabajos de otros autores en cabras y en vacas. El efecto negativo de las fuentes de grasa sobre el CMS es más común en vacas. De acuerdo, con algunos autores, la inclusión de fuentes de grasa en la dieta podría reducir el CMS por un vaciado ruminal más lento como consecuencia de un efecto negativo sobre la digestión ruminal de las paredes vegetales, o a través de un efecto metabólico de los ácidos grasos de cadena larga aportados. En los trabajos en que se midió el efecto de las fuentes de grasa sobre la digestibilidad total de la FND y el CMS, la relación entre ambos parámetros fue contradictoria. Algunos autores no observaron diferencias en el CMS pero la digestibilidad total de la FND fue de media 24% inferior en los tratamientos con aceite añadido respecto al control; mientras que otros observaron que el aceite de soja redujo un 10% la digestibilidad total de la FND y 0,3 kg/d el CMS respecto a la dieta control; sin embargo, la semilla de soja molida no afectó a la digestibilidad de la FND pero redujo el CMS en la misma cantidad que el aceite. Por otro lado, otros trabajos en los que se incluyeron niveles crecientes de grasa extra en la dieta (hasta 9% de jabón cálcico de palma y 6% de sebo, respectivamente), sugieren que, si existe un efecto metabólico de la grasa sobre el CMS, el límite superior es más elevado que en vacas. En dichos trabajos, el consumo de grasa extra en relación al PV fue muy superior (3,6 y 2,4 g/kg, respectivamente) al que ocasiona reducción significativa del CMS en vacas (1,5 g/kg). 

Cuando se añaden fuentes de grasa a la dieta de cabras en mitad de la lactación, el único cambio observado usualmente es un incremento del contenido y la producción de grasa láctea. En el presente trabajo ni la producción de leche ni su composición fueron afectadas por los tratamientos. La ausencia de diferencias en la producción lechera entre el tratamiento CONTROL y los tratamientos con aceite, a pesar de que el CMS fue similar y el aporte de EM fue 3,7% mayor en los segundos, podría explicarse, al menos en parte, por diferencias en la digestibilidad intestinal de la grasa consumida como se ha mencionado más arriba. Algunos autores observaron en terneros que el valor de energía neta asignado comúnmente a la grasa es válido cuando la grasa consumida total es inferior a 1 g/kg PV. En el presente trabajo, el consumo total de grasa fue 0,85, 1,78, 1,95 y 1,61 g/kg PV (EE = 0,13) y la digestibilidad intestinal de aquella, aplicando la ecuación de Plascencia y col. (2003), fue 80,1, 72,4, 71,6 y 73,6% en los tratamientos CONTROL, GAO, GN y LIN, respectivamente. El hecho de que el contenido de grasa láctea fuera paralelo al menor consumo de heno de alfalfa en los tratamientos GAO y, sobre todo, LIN. Diversos autores indicaron que existe una relación clara entre la reducción del consumo de forraje, medido como consumo de fibra acidodetergente, y la disminución de contenido de grasa láctea en cabras, que estaría mediada por la disminución del tiempo de masticación, el pH ruminal y la ratio acetato/propionato. En cabras, varios investigadores han establecido que una ratio acetato/propionato adecuada favorece la síntesis de grasa láctea. 

Como conclusión general del presente trabajo se resume que en las condiciones de esta investigación, la inclusión de niveles moderados de aceite en la dieta de cabras en lactación no tuvo efectos negativos sobre la digestibilidad de los nutrientes ni los parámetros productivos, con independencia del grado de insaturación. Este hecho es ventajoso cuando el objetivo de suministrar aceite a los animales sea modificar el perfil de ácidos grasos de la leche.


Autoría: A.L. Martínez Marín y colaboradores (2012)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

jueves, 18 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 16-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Cuando se suplementa la dieta alimentaria de la cabra mediante la adición de grasa de composición poliinsaturada, se obtiene una leche cuya grasa contiene en mayor o menor cantidad estos ácidos presentes en la ración suministrada al animal, dependiente de la naturaleza y del grado de protección de la grasa incorporada.

Asimismo, se señala un incremento en los niveles de C18:0 y C18:1, a expensas de los ácidos grasos de cadena corta y media, que en opinión de algunos autores se debería a la hidrogenación de los poliinsaturados con 18 átomos de carbono hasta C18:0 y trans C18:1, que tienen un efecto inhibitorio de la síntesis de novo. Los autores destacan cómo la caída en la cantidad de C12:0–C16:0 da lugar a una disminución del índice de aterogenicidad. 

Otro aspecto deducido es cómo la cantidad de CLA (especialmente el llamado ácido ruménico, el cis-9, trans-11 C18:2) o de ácido vaccénicico (principal ácido trans C18:1) depende de la fuente lipídica en cuestión, de su naturaleza y del grado de protección alcanzado.





Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 17 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 15-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Cuando se suplementa la dieta alimentaria de la cabra mediante la adición de grasa, dicha modificación no sólo tiene un efecto sobre el contenido graso de la leche sino también sobre el perfil de los ácidos grasos de la misma. En este sentido, diversos estudios han puesto de manifiesto cómo la composición de la grasa protegida añadida en la ración influye sobre la composición de la leche e incluso, del queso de cabra, a pesar de los procesos de hidrogenación e isomerización de los ácidos grasos de la dieta en el rumen del animal. 

Respecto de la posibilidad de hacer cambiar el perfil en ácidos grasos de la grasa de la leche de cabra, resultan numerosos los estudios llevados a cabo, habiéndose realizado distintas revisiones sobre el tema. La mayoría de estos estudios se refieren al efecto causado por medio del empleo de diferentes tipos de grasa, analizándose igualmente, la interacción establecida normalmente entre la naturaleza del forraje y el tipo de grasa de la dieta. Sobre el efecto causado por medio de la suplementación de la dieta de la cabra con diferentes tipos de grasa, varios autores han analizado la información disponible actualmente, discutiendo los principales resultados obtenidos en razón del tipo de grasa y composición de la misma. En general, en esos estudios se han empleado ácido palmítico o esteárico, sales cálcicas de aceite de palma, aceites vegetales y semillas oleaginosas, protegidas o no frente al metabolismo ruminal del animal, así como aceite de pescado.

Analizando los resultados de estos estudios se deducen varias cuestiones, que se resumen a continuación. Cuando la fuente de suplementación de la dieta es una grasa saturada protegida o no, la grasa de la leche aparece enriquecida en los ácidos grasos saturados correspondientes, incrementándose también los monoinsaturados de igual número de átomos de carbono, disminuyendo a la vez, los niveles de C10-C14 o C10-C16. Las razones de estos cambios se explican porque la acción de la D-9 desaturasa da lugar a un incremento de los niveles de los ácidos grasos monoinsaturados correspondientes, junto al incremento de los ácidos grasos contenidos en la grasa empleada. En este sentido, estos resultados son semejantes en la vaca, destacando el importante papel que la D-9 desaturasa mamaria desempeña en la regulación de la razón monoinsaturados/saturados de la leche, especialmente, en relación con los ácidos grasos de 18 átomos de carbono.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

martes, 16 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 14-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Cuando se suplementa la dieta alimentaria de los pequeños rumiantes mediante la adición de grasa, dicha modificación no sólo tiene un efecto sobre el contenido graso de la leche sino también sobre el perfil de los ácidos grasos de la misma. En este sentido, diversos estudios han puesto de manifiesto la importancia que tienen la cantidad y naturaleza de la fuente de fibra y de lípidos utilizadas en la ración, dado el origen de los ácidos grasos secretados por la glándula mamaria.

En el caso de las ovejas algunos autores han estudiado la importancia de los factores de composición de la ración en la determinación de la grasa de la leche obtenida. En general, con la incorporación de grasa en la ración se pretende que el animal llegue a producir la máxima cantidad de leche con el máximo contenido en grasa. Algunos resultados muestran cómo la naturaleza de la fracción forraje de la dieta es capaz de determinar la composición en ácidos grasos de la grasa de la leche de oveja. Asimismo, se ha estudiado el efecto del tipo de sistema de producción sobre el contenido en ácido linoleico conjugado (CLA) de la leche, deduciéndose que cuando las ovejas estaban en pastoreo, se incrementaba el CLA cuando el pasto atravesaba su fase vegetativa y, al contrario, disminuía considerablemente, durante la fase reproductora. Estos efectos son debidos al distinto contenido del pasto en ácidos grasos poliinsaturados según la fase correspondiente.

Otros autores han estudiado el comportamiento de las ovejas en pastoreo suplementadas o no con maíz machacado, obteniendo una leche con un mayor contenido en CLA en el caso de los animales no suplementados. Igual que en caso anterior, este efecto se debería a la distinta composición de los lípidos contenidos en el forraje consumido por los animales. La información referente al efecto de la suplementación lipídica de la dieta sobre la composición de la grasa de la leche de oveja es bastante escasa. Algunos investigadores han utilizado sales cálcicas de ácidos grasos de cadena larga, especialmente, palmítico y oleico, obteniendo un mayor porcentaje de grasa en la leche unido a una distinta composición de la misma, aumentando los niveles de C16:0 y C18:1 y disminuyendo los ácidos grasos C8–C14, en razón esto último de la caída que la síntesis de novo experimentaba. En total se obtenía una leche con un menor contenido en ácidos grasos saturados y un mayor de monoinsaturados. Los autores concluyen indicando cómo la alimentación parece ser un medio eficaz para modificar de manera relativamente rápida la composición en ácidos grasos de la leche de oveja en una dirección más deseada por el consumidor.

Por otra parte, otros autores han empleado sales cálcicas de los ácidos grasos del aceite de oliva como suplementación de la dieta en ovejas manchegas en lactación, obteniéndose leche con un menor contenido en ácidos grasos de cadena corta y media (C6-C16) y C18:2, junto a mayores cantidades de C18:1 y C18:0. En opinión de los autores, el cambio en el perfil de ácidos grasos de la grasa láctea no parecía ser debido a una más baja producción de acetato, ya que la digestibilidad de la fibra se afectaba muy levemente; tampoco sería debido a un efecto de dilución, ya que el contenido en grasa de la leche no se afectaba. En su opinión, el menor contenido en ácidos grasos de cadena corta y media, se debería a la menor síntesis de los mismos en la glándula mamaria, conociéndose que los ácidos grasos trans del C18:1 son inhibidores de la síntesis de novo, detectándose estos ácidos grasos trans en la leche de los animales suplementados. El aumento en la proporción de C18:0, se debería a su directa incorporación desde la dieta, pudiendo igualmente haber sido producido en el rumen del animal, por medio de la hidrogenación del C18:1, que era el que más directamente se incorporaba.

Teniendo en cuenta que este tipo de grasa no alcanza un grado de protección suficiente, otros autores han empleado en ovejas, una dieta suplementada con una grasa protegida constituida por las sales cálcicas de los ácidos grasos del aceite de oliva, junto a una control no suplementada así como otra en la que la grasa se incluía en forma de aceite emulsionado en leche desnatada, dieta ésta última que se administraba por biberón a animales en los que se había mantenido el funcionamiento reflejo de la gotera esofágica. La leche producida presentaba un contenido en ácidos grasos de cadena corta y media, menor en los casos de empleo de las dos dietas suplementadas con la grasa; mientras que bajo el consumo de la dieta administrada por biberón, se obtenía una leche con el más alto contenido en C18:1. El empleo de la dieta suplementada con las sales cálcicas, daba lugar a una leche con los mayores niveles de C18:0 y trans C18:1 junto a un valor intermedio de C18:1. Los autores concluyen que la grasa protegida utilizada resultaba severamente afectada por el ambiente ruminal, pareciendo que el mantenimiento del funcionamiento de la gotera esofágica, podría ser un modo más efectivo de bypass el rumen en ovejas adultas en lactación. Estos resultados parecen lógicos, ya que la dieta administrada vía biberón elude totalmente el paso a través del rumen. Cuando se escogen como referencia C18:1 y trans C18:1 en la producción en leche, los valores obtenidos resultaron iguales a 16.8 y 1.10, 13.8 y 1.55 y, 6.5 y 0.83 g/día, para el consumo de la dieta suplementada y administrada por biberón, la suplementada con sales cálcicas de los ácidos grasos, y la control, respectivamente; de lo que se deduce que el empleo de las sales cálcicas lograba unos resultados no tan diferentes de los conseguidos bajo consumo de la administrada por biberón. Junto a esto habría igualmente, que tener en cuenta, los aspectos derivados de la complicación que conllevaría el administrar el suplemento lipídico de la forma aconsejada.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

lunes, 15 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 13-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Las diferentes respuestas de las distintas especies de rumiantes cuando se suplementa su dieta alimentaria con adición de grasa, tanto sobre la cantidad de leche producida como el contenido en grasa y proteína, y el momento de la lactación, entre otros, pueden ser ocasionadas por las interacciones entre la actividad digestiva y metabólica del animal, y la naturaleza de las dietas empleadas (tipo de grasa, nivel de inclusión, grado de protección, etc.).

Por otra parte, diversos estudios han puesto de manifiesto que la tasa de paso de la digesta resulta más alta en la cabra que en la vaca, hecho que haría disminuir los efectos que los ácidos grasos contenidos en la grasa, ejercerían a nivel del rumen del animal, de los que podrían depender la síntesis de grasa en la glándula mamaria. Esta mayor tasa de paso de la digesta podría determinar que el estatus energético de la cabra resulte ser, muchas veces, el principal factor determinante de la composición de su grasa, mucho más que las características físico-químicas de su ración.





Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

viernes, 12 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 12-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

En relación con la suplementación con grasa de la dieta alimentaria suministrada a las cabras y su efecto sobre el contenido graso de la leche de cabra producida, se han realizado diversos estudios ante la escasez de información suficientemente contrastada. 

En la cabra, el contenido en grasa de la leche baja cuando la dieta se empobrece en lípidos; así mismo, presenta un interés particular el hecho de que en esta especie, la suplementación de la dieta con grasa no suele determinar una caída en el contenido en proteína de la leche. Por ello, es posible reducir el riesgo de inversión de ambos porcentajes en la leche de cabra, sobre todo en los casos de empleo de dietas con bajo contenido tanto en fibra como en grasa. Antes del empleo de grasas protegidas, principalmente, en forma de jabones cálcicos, se habían estudiado los efectos del empleo de distintos tipos de grasa: aceites vegetales, grasas animales, semillas de oleaginosas, etc., obteniéndose generalmente, junto a una mayor producción de leche, una más alta concentración de grasa e incluso de proteína.

El interés del empleo en la alimentación de la cabra lechera, de diferentes tipos y niveles de grasa, viene motivado por la necesidad de paliar ciertas limitaciones en cuanto a la disponibilidad de alimento o naturaleza del mismo, debidas en muchas ocasiones al sistema de producción, sobre todo en determinadas zonas áridas y semiáridas de la cuenca mediterránea. La sustitución de parte del concentrado aportado al animal como suplemento en el pesebre, por una grasa en forma de jabones cálcicos, es la vía de intervención más adecuada para lograr los objetivos comentados anteriormente, obteniéndose un mayor contenido de grasa en la leche, incremento que depende del nivel de grasa existente en la dieta, capacidad productora del animal y estado de la lactación.

En relación con el efecto del período de lactación cuando la dieta de la cabra lechera es suplementada con una grasa, se ha constatado que al comienzo se obtiene una mayor producción de leche, con un contenido en grasa más alto resultando, en cambio, variable el efecto conseguido sobre el contenido en proteína. Hacia la mitad o el final de la lactación, normalmente no suele afectarse la producción de leche, observándose siempre un incremento sensible en su contenido en grasa, resultando igualmente variable, el efecto sobre el contenido en proteína. Este aspecto no parece depender del tipo de grasa empleado, no obteniéndose incluso, a diferencia de lo que sucede en la vaca, una caída en el contenido en grasa de la leche, cuando la dieta se suplementa con aceites vegetales, altos en ácidos grasos poliinsaturados (PUFA)

Estudios realizados en vacas en relación con las causas que a nivel metabólico determinan en esta especie que se obtenga al comienzo de la lactación un incremento del contenido en grasa de su leche mayor, al suplementar su dieta con grasa, que el conseguido a la mitad o al final de la misma, mientras que en la cabra ocurre lo contrario. Sin embargo, algunos autores informan de la existencia de una mayor transferencia de los lípidos de la dieta a la leche al inicio de la lactación siempre que se trate de una dieta rica en forraje. Por el contrario, un aporte elevado de concentrado favorecería más la actividad anabólica del tejido adiposo, en detrimento del contenido en grasa de la leche.

Algunos autores han realizado estudios sobre la respuesta de la cabra lechera a la suplementación de su dieta alimentaria con aceite de pescado, que parece ser diferente a la conseguida por otras grasas. Cuando este aceite se administra sin proteger, se produce una caída en la ingesta de materia seca junto a una menor producción de leche, presentando ésta un mayor contenido en grasa, resultados contrarios a lo que sucede en la vaca, en la que se deriva primeramente, una caída en la ingesta, obteniéndose a pesar de esto, una mayor producción de leche aunque con un contenido de grasa más bajo. Sin embargo, cuando el aceite de pescado se introduce parcialmente protegido, no cambia ni la ingesta, ni la producción de leche ni su contenido en grasa; otros autores, por el contrario, obtienen resultados contrarios, al infundir en el duodeno de la cabra 4 g/d de EPA (C20:5) + DHA (C22:6), que son los principales PUFAs contenidos en el aceite de pescado, registrándose una caída en el contenido graso de la leche, coincidente con lo que sucede en la vaca.

En este trabajo, al suplementar a la cabra lechera, en la mitad de su lactación, con niveles diferentes de aceite de pescado en forma de sales cálcicas de sus ácidos grasos, se obtiene una igual ingesta de materia seca junto a una similar producción de leche así como contenido en grasa de la misma. Por el contrario, al administrar este mismo suplemento al final de la lactación, se obtiene una mayor producción de leche, junto a un mayor contenido en grasa y proteína, prolongándose igualmente, la duración de la lactación.





Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 10 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 11-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

En relación con la suplementación con grasa de la dieta alimentaria suministrada a las ovejas y su efecto sobre el contenido graso de la leche de oveja producida, se han realizado, en la década de los noventa del siglo pasado, diversos estudios ante la escasez de información suficientemente contrastada.  

Los estudios correspondientes se refieren especialmente, al efecto del empleo de grasas protegidas frente al metabolismo ruminal, sobre la producción y composición de la leche. Una de las grasas protegidas más utilizadas han sido sales cálcicas de ácidos grasos de cadena larga, especialmente el palmítico, así como las sales cálcicas de los ácidos grasos del aceite de oliva. Asimismo, a efectos comparativos se han utilizado distintas semillas oleaginosas más sales cálcicas del ácido palmítico, y varias dosis diferentes de harina de pescado.

Desde los primeros estudios llevados a cabo, tanto en ovejas para carne como de aptitud lechera, los resultados obtenidos con la suplementación de la grasa protegida ponen de manifiesto la necesidad de que los animales alimentados con esta dieta deben adquirir previamente un estatus energético más alto de acuerdo con la ingesta efectivamente alcanzada, para que se obtenga una mayor producción de leche. Sin embargo, en la práctica se ha observado que, independientemente de la ingesta efectiva, la producción de leche no sufre cambios sensibles, en la mayoría de los casos. En opinión de varios autores, y a semejanza de lo que sucede en la vaca, cuando se trata de animales de relativamente alta capacidad de producción, éstos podrían compensar una ingesta más baja, mediante la movilización de sus reservas corporales, con lo que la producción resultaría similar a la que tiene lugar bajo un nivel de ingesta mayor. De acuerdo con esto, en diversos estudios se ha constatado una caída en la condición corporal de las ovejas al comienzo de la lactación, consiguiendo que la producción de leche no se viera afectada por la menor ingesta voluntaria del animal.

La mayor concentración de grasa obtenida en la leche de oveja cuando se administra una dieta suplementada con grasa, es sin duda el resultado más generalmente conseguido, siendo este efecto dependiente de varios factores: tipo de grasa utilizado, nivel incluido en la dieta, estado de la lactación, etc., obteniéndose igualmente, en la mayoría de los casos, una mayor producción total de grasa. Este hecho, al parecer, es debido a la influencia de la relación forraje/concentrado, a la digestibilidad de la fibra y de la grasa de la ración suministrada al animal. 

En cuanto al efecto del momento de la lactación, el incremento en la concentración de grasa de la leche se observa sobre todo, al comienzo de la misma, disminuyendo conforme el proceso avanza. En este sentido, parece resultar importante la eficiencia con la que en cada momento, la grasa de la dieta se transfiere a leche. Al comienzo de la lactación la mayor ingesta de concentrado y, por tanto, de grasa, podría determinar la mayor concentración de grasa que entonces presenta la leche producida. La menor respuesta que en este sentido, se detecta al final de la lactación, coincide con la etapa en la que el peso vivo y la condición corporal del animal comienzan a recuperarse, siguiendo entonces esta dirección especialmente, la grasa de la dieta. Diversos autores indican cómo la eficiencia de transferencia a leche de una grasa que en forma de sales cálcicas se introduce en la dieta de la oveja, resulta más alta durante el período de cría que durante el ordeño, alcanzándose la ingesta óptima para lograr una producción máxima de grasa láctea, cuando los valores son de 120 y 70 g/animal y día, para el período de cría y ordeño, respectivamente.

En cuanto al efecto que el nivel de grasa incluido en la dieta tiene sobre la concentración de grasa en la leche de la oveja, se ha constatado en animales para carne, que al introducir en la ración alimentaria niveles de sales cálcicas de ácidos grasos entre 0-20%, dicho efecto resulta prácticamente lineal y creciente, incrementándose el porcentaje de grasa en la leche, a razón de 1,5 puntos por cada 100 g de sales cálcicas consumidos por animal y día.

Otro aspecto igualmente estudiado es el que se refiere a la persistencia de los efectos conseguidos por medio de la suplementación de la dieta de la oveja con una grasa, una vez que la suplementación se suspende. En este sentido, algunos autores revelan que en ovejas alimentadas con dietas de alto contenido lipídico, con el consiguiente aumento de la concentración de grasa en la leche, dicho incremento disminuía, una vez suspendida la suplementación, hasta alcanzar unos valores basales a los 7 días de su suspensión, volviéndose a alcanzar el efecto citado, al introducir nuevamente la suplementación.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

martes, 9 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 10-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

A continuación, se exponen algunas consideraciones generales sobre la suplementación de la dieta alimentaria suministrada a los pequeños rumiantes y su efecto sobre el contenido en grasa de la leche producida.

La estrategia alimenticia con la que se consigue hacer cambiar de manera más sensible tanto la cantidad como la composición de la grasa de la leche de oveja y cabra, es la del empleo de diferentes tipos y niveles de grasa en la dieta. Por otra parte, diversos estudios ponen de manifiesto una mayor secreción de ácidos grasos en la leche de vaca cuando se suministra a los animales una grasa protegida en su dieta alimentaria, hecho que refleja la capacidad de la vaca en lactación para transportar y utilizar en la formación de grasa láctea, cantidades de grasa mucho mayores que las que normalmente se suministran en la dieta.

Desde hace años, diversos autores vienen recomendando la utilización de estas mismas estrategias alimenticias en los pequeños rumiantes, que puede ser de gran interés en zonas desfavorecidas, áridas y semiáridas, donde las explotaciones ganaderas se encuentran muy condicionadas por la alternancia de épocas de escasez de alimento en el campo con otras en las que la producción de forrajes resulta más adecuada, pudiendo entonces los animales acumular reservas corporales que serán movilizadas en los períodos de carencia. En estos casos, cuando la disponibilidad alimenticia es más escasa y debido a que, generalmente, el animal es suplementado en pesebre con un concentrado con objeto de mantener su producción, la razón forraje/concentrado puede llegar a alcanzar valores relativamente bajos, lo que originaría como ya hemos comentado, una caída sensible en el contenido en grasa de la leche, que resulta ser un factor determinante a la hora de fijar los precios de la leche en función de su influencia directa en la calidad de los quesos y en el rendimiento quesero.

En estas circunstancias la sustitución de parte de los cereales del concentrado por lípidos, resulta ser una estrategia alimentaria digna de tener en cuenta, al aumentar la densidad energética de la ración, lo que permite reducir el aporte de concentrado, lográndose en consecuencia, una relación forraje/concentrado más adecuada. Al mismo tiempo que se logra evitar la producción de una leche de bajo contenido en grasa, se podría obtener incluso una mayor cantidad de grasa láctea.

No obstante, como efecto negativo, hay que señalar que la suplementación de la dieta del rumiante con grasa, puede dar lugar a la caída en la ingesta junto a la producción de una leche con un menor contenido en proteína. Esta caída de la ingesta de alimento, por parte del animal, podría ser debida a la mayor densidad energética de la dieta suministrada o a la alteración que la función ruminal puede experimentar, dependiendo de la cantidad de grasa y del grado de protección de la misma.

En cuanto a la caída en el contenido en proteína de la leche, se constata que este hecho presenta una menor intensidad en el pequeño rumiante, sobre todo en la cabra. En efecto, en la oveja y durante la fase inicial de la lactación, se ha comprobado que la suplementación con grasa produce una leve caída en el contenido en proteína de la leche, o bien ningún cambio al respecto, e incluso algunos autores han registrado la existencia de un pequeño incremento en dicho contenido. Por el contrario, sí parece existir un efecto negativo y pronunciado, en etapas más avanzadas de la lactación. En la cabra se ha deducido no sólo que la adición de grasa a la dieta no determina una caída en el contenido en proteína de la leche, sino que éste contenido puede incluso incrementarse, siempre que se trate del empleo de grasas saturadas o bien protegidas, incluidas en la dieta del animal en niveles no elevados.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 3 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 9-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Resulta recomendable evitar que la ración alimentaria suministrada a las cabras sea deficitaria en fibra, con objeto de evitar la producción de leche de bajo contenido graso, independientemente del sistema practicado y de los efectos ejercidos al mismo tiempo por otros factores. Relacionado con este aspecto está el riesgo de la llamada inversión en el porcentaje composicional, es decir, una tasa de proteína más alta que el de grasa.

Diversos estudios confirman que las cabras mantenidas en pastizales mediterráneos pueden producir leche con un porcentaje de grasa más bajo que el de la proteína, debido a la baja disponibilidad de la vegetación existente en dichas zonas, sobre todo en verano, lo que además va unido a que una ingesta de carbohidratos rápidamente degradables puede aumentar en algunas épocas del año, por ejemplo en primavera. Otros autores han estudiado la respuesta de la cabra al consumo de alimentos concentrados, y su posible influencia en la producción y composición de su leche, derivando una ecuación por la que se estima el contenido en grasa de la misma según el aporte de concentrado; en dicha ecuación se deduce que cada kilogramo de concentrado de aumento en la ingesta provoca una caída en el contenido en grasa de la leche de 2,8 g/kg. Asimismo, se ha constatado que en las cabras la tasa de paso de la digesta es mayor que en otros rumiantes, lo que estaría relacionado con la superior sensibilidad de este animal frente al síndrome de producción de leche de bajo contenido en grasa.

Por otra parte, en los pequeños rumiantes, se ha encontrado una relación entre el turnover ruminal y el peso del animal elevado al exponente 0,25; el contenido ruminal se reemplaza por uno nuevo con mayor frecuencia que lo hace en los animales de más peso, lo que conlleva a que lleguen a disponer de menos tiempo para retener y digerir en el rumen los constituyentes dietéticos de digestión más lenta. En consecuencia, estos animales satisfacen una cuantía menor de sus requerimientos energéticos a partir de los ácidos grasos volátiles, siendo más parecidos a los no rumiantes, ya que cantidades más altas de su ingesta escapan del rumen sin ser alteradas, siendo directamente digeridas bien en el estómago o en el intestino delgado. Por ello, se pone de manifiesto que el estatus energético del animal adquiere un protagonismo especial en cuanto a la cantidad y composición de la leche producida.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

martes, 2 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 8-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Existen diversos estudios de los niveles de ingesta energética en la dieta alimentaria de las cabras y su efecto sobre el contenido en grasa de la leche obtenida, que ponen de manifiesto una interacción entre dicha ingestión y la naturaleza físico-química de la ración suministrada, con la implicación de la capacidad productora del animal.

Desde hace tiempo se conoce cómo algunas dietas suministradas a las vacas producen en este animal el llamado síndrome de leche de bajo contenido en grasa, lo que llevó a pensar a algunos investigadores que las cabras tendrían un comportamiento similar. Sin embargo, los distintos resultados obtenidos en cabras alimentadas con dietas de diferentes proporciones forraje/concentrado, manteniéndose la ingesta energética, revelan cambios pequeños o insignificantes en el contenido en grasa de la leche, lo que indica que este animal parece ser menos sensible que la vaca a la deficiencia en fibra de su ración. En este sentido, otros autores manifiestan que siempre que la razón forraje/concentrado de la ración se sitúe por encima del valor 20/80, el estatus energético de la cabra es más importante que la proporción relativa de los dos constituyentes de la dieta. 

Por otra parte, estudios realizados en cabras empleando concentrados, cuyos hidratos de carbono son de distinta naturaleza, concluyen en que ésta no llega a tener efecto sobre la concentración en grasa y proteína de la leche producida, quedando estas cantidades determinadas por el balance energético del animal. Igualmente, en cabras en lactación, se ha registrado la misma producción de leche cuando se empleaba una dieta en la que la fracción forraje se administraba indistintamente en forma de un heno de alfalfa de fibra larga, o en forma granulada, con una concentración de grasa no diferente, como consecuencia de la prácticamente igual ingesta energética alcanzada. Estos resultados ponen de manifiesto que las raciones suministradas a las cabras sólo tienen un efecto indirecto sobre la composición de la leche producida, en relación con la propia ingesta energética, siempre que no se alteren desmesuradamente las características de composición físico-química de la ración.

En cabras en pastoreo, la administración de un concentrado tiene pocos efectos sobre la composición de la leche producida, siempre que la ingesta de concentrado no resulte mayor del 50% de la ingesta de materia seca. En este caso, el porcentaje de grasa y proteína de la leche puede incluso aumentar, siempre que se haya ya alcanzado el límite en la capacidad productora del animal. Son varios los autores que opinan que el efecto de la naturaleza físico-química de la ración resulta mayor en los animales de más alta capacidad productora que en los de capacidad media. Esto mismo es lo que parece advertirse respecto del efecto ejercido normalmente por el nivel de ingesta energética. 

Aunque la mayor ingesta energética da lugar, normalmente, a una mayor producción de leche, con un menor contenido en grasa; sin embargo, algunos autores indican cómo en animales de más baja capacidad de producción, un aumento en la ingesta energética puede dar lugar, algunas veces, a una mayor producción de leche y, en otras, a leche con porcentajes de grasa y proteína más altos, asumiéndose que la capacidad productiva del animal ha sido alcanzada cuando una mayor ingesta energética determina la producción de leche con un porcentaje de grasa más alto, y que dicha capacidad no ha sido alcanzada cuando la mayor ingesta energética lo que consigue es una producción de leche más alta.




Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

jueves, 14 de mayo de 2015

INVESTIGACIÓN: EFECTO FORRAJE Y DIETA PROTEICA EN PRODUCCIÓN Y COMPOSICIÓN DE LECHE DE CABRA GRANADINA (ESPAÑA)

En un trabajo de investigación se ha estudiado el efecto de la forma física de presentación de la fracción de forraje de la dieta alimentaria y de la fuente proteica utilizada, sobre la producción y composición de la leche de cabra Granadina (Granada, España).

La posibilidad de llegar a cambiar la composición de la leche por medio de la manipulación de la alimentación del animal productor, resulta aunque limitada, factible, dependiendo esto no sólo del aspecto de composición que se desea alterar, sino también de las características particulares del animal en cuestión. Sobre la cantidad de proteína de la leche son el contenido energético y/o proteico de la dieta, los que ejercen una mayor influencia. La no degradación de parte de la proteína dietética en el rumen junto a su posible absorción a nivel intestinal, es una estrategia que puede llegar a modificar la cantidad y/o composición de la proteína láctea producida

Igualmente, la forma física de presentación de la fracción forraje de la dieta es capaz de determinar cambios sobre el contenido en grasa y/o proteína de la leche, cambios originados en virtud de los que se establecen en la fermentación ruminal. En relación con lo expuesto, y respecto en lo que a la cabra se refiere, la información disponible, junto con resultar escasa, parece apuntar a que tratándose de dietas isoenergéticas e isonitrogenadas, este animal se muestra poco sensible a las particularidades de su dieta en lo que a la composición de su leche se refiere.

De acuerdo con estos antecedentes, y teniendo en cuenta la importancia de la especie caprina en España y, en concreto, del volumen de leche producido en Andalucía (más del 50% del total nacional), esencialmente con fines industriales para la elaboración de quesos, puede ser interesante analizar el efecto que, sobre la producción de leche de cabra Granadina, podría tener la utilización de dietas en las que la fracción forraje, fuese heno de alfalfa o alfalfa granulada, y donde parte de la proteína dietética quedara constituida por diferentes fuentes que resultaran más o menos degradables a nivel del rumen, concretamente habas grano, torta de girasol, gluten de maíz y semilla de algodón. 

En este trabajo se han utilizado cinco lotes de cinco cabras Granadinas, que se encontraban a la mitad de su segunda lactación, alojadas a lo largo del período experimental, en boxes individuales de 1,2×1,3 m, formándose lotes homogéneos de acuerdo con su peso y producción láctea. Teniendo en cuenta sus necesidades nutritivas, cada animal recibía diariamente una dieta compuesta por 1 kg de forraje y 1 kg de concentrado, suficiente para producir hasta 2 kg de leche por animal y día. Los tratamientos consistieron en el empleo de cinco dietas diferentes según la forma física de presentación de la fracción forraje o la fuente proteica utilizada. La fracción forraje de las dietas 1, 3, 4 y 5, quedaba constituida por un heno de alfalfa, mientras que la de la dieta 2, consistía en el mismo alimento en forma granulada. El 20% de la proteína total de cada dieta, fue aportada por habas grano (dietas 1 y 2); torta de girasol (dieta 3); gluten de maíz (dieta 4), y semilla de algodón (dieta 5), resultando las cinco dietas prácticamente, isonitrogenadas e isoenergéticas (17,90 ± 0,32% de proteína bruta, y 18,17 ± 0,30 MJ/kg MS energía bruta). Los animales se mantuvieron bajo las condiciones experimentales durante un período de 19 días, correspondiendo los 14 primeros al período de adaptación y los cinco últimos a la fase experimental. Al comienzo de cada jornada (9 horas), y una vez recogidos los rehusados, se ordeñaban las cabras manualmente, administrándose a continuación la dieta del día; primero la cantidad de concentrado y a continuación la de forraje, disponiéndose de agua ad libitum. Al comienzo de la experiencia, así como el día primero y último de la fase principal, se pesaban los animales, controlándose también durante dicho período principal, las ingestas y las producciones de leche, llevándose a cabo, igualmente, una recogida de heces. Las muestras de las fracciones de las dietas ofrecidas, de las cantidades no consumidas de las mismas, así como alícuotas de heces se congelaban a –20° C hasta el momento de su análisis. Del mismo modo, las muestras de leche se guardaban a –30° C, hasta proceder a su análisis.

El contenido en materia seca (MS) y nitrógeno (N) de las muestras de forraje y concentrado ofrecidos y de sus restos, de las heces y de la leche, así como el contenido en grasa de esta última, se determinaron en materia fresca, siendo los demás análisis realizados en muestra seca. La MS del alimento se determinó en estufa a 100 ± 2° C, y la de las heces y leche, se llevó a cabo por liofilización. El N del alimento, heces y leche, se valoró por el método de Kjeldahl, expresándose en proteína bruta, PB = 6,25 N, para el alimento y las heces, y en PB = 6,38 N para la leche. La cantidad de grasa de la leche se determinó por el método de Gerber; calculándose la de alimentos y heces, por extracción con éter de petróleo previa hidrólisis clorhídrica. La cantidad de cenizas de las tres clases de muestras, se calculó por incineración en horno eléctrico a 550° C, y la de energía por combustión en bomba calorimétrica adiabática. El contenido en fibra neutro detergente (FND), fibra ácido detergente (FAD) y lignina ácido detergente (LAD), se determinó, tanto en las muestras de alimento como de heces, de acuerdo con el método de Goering, Van Soest (1970). La cantidad de lactosa, de las muestras de leche, se estimó por diferencia entre la MS correspondiente y la suma de proteína, grasa y cenizas. Las diferentes fracciones proteínicas contenidas en la proteína láctea, se determinaron a partir de leche entera, por electroforesis en gel de poliacrilamida con agentes desnaturalizantes (PAGE-SDS) en equipo automatizado: PhastSystem (Pharmacia, Uppsala, Sweden). Los geles de PAGE-SDS fueron del 12,5%. Las condiciones electroforéticas y la tinción, se realizaban de acuerdo con «Pharmacia SDS-PAGE in homogeneous media» (PhastSystem technique File N.º 111) y «Pharmacia fast coomassie staining» (PhastSystem Technique File N.º 200), respectivamente. La cuantificación se llevó a cabo mediante un analizador de imagen (Bio Image, Millipor Corp., USA) siguiendo el programa «Whole Band Analysis 3.2». El análisis de la composición en ácidos grasos de las muestras de leche, se realizó por cromatografía gaseosa. Los correspondientes ésteres metílicos se analizaron con un cromatógrafo Perkin Elmer provisto de inyector automático, columna capilar SP-2330 de 60 m y 0,32 mm de diámetro interno (Supelco, Inc.) y un detector de ionización de llama. Se empleó un gradiente térmico con una temperatura inicial de 60° C, la que se incrementaba hasta los 70° C con un calentamiento de 2° C/minuto y una segunda rampa de 20° C/minuto, hasta alcanzar la temperatura final de 230° C, manteniéndose estas condiciones durante 15 minutos. Como gas portador se utilizó He a un flujo de 14 psi, siendo las temperaturas del inyector y detector, de 250 y 275° C, respectivamente. Los resultados obtenidos se analizaron estadísticamente de acuerdo con el modelo general lineal (Steel, Torrie, 1984). El análisis de la producción de leche (g/animal y día) se realizó considerando la ingesta correspondiente de materia seca como factor de covarianza. De igual modo, las concentraciones de materia seca, proteína, grasa, lactosa y energía, así como las cantidades de las distintas fracciones proteínicas, se analizaron considerando como factor de covarianza las producciones correspondientes de leche. Los valores medios se comparaban por medio del test de rango múltiple de Duncan.

Los resultados obtenidos muestran un valor del peso medio (en vivo) de los animales de 47,0 ± 3,1 kg, no sufriendo, en ningún caso un cambio superior a ±1 kg a lo largo del período experimental. En cuanto a los valores de las tasas de ingesta de MS (g/kg0,75·día) conseguidas según dieta, así como los de la relación forraje/concentrado, no se han detectado en ninguno de los dos casos, diferencias significativas (P>0,05). Las únicas diferencias estadísticamente detectadas, fueron las referentes a la digestibilidad de la grasa y de la energía, así como el contenido en energía digestible de la materia seca. La digestibilidad de la grasa y de la energía resultaba máxima para la dieta 2, detectándose, en el primer caso, diferencias significativas (P<0,05) respecto de los valores calculados para las dietas 1 y 4 y, en el segundo caso, sólo entre esta dieta y la dieta 4. Los contenidos en energía digestible de la materia seca de las dietas 2 y 5, resultaban iguales y máximos, detectándose una diferencia significativa (P<0,05) en relación con el valor correspondiente a la dieta 3.

De acuerdo con el análisis estadístico practicado, los valores medios (medias ajustadas) de producción de leche (g/animal y día) y de composición de la misma en cuanto a su contenido en materia seca, proteína, grasa, lactosa, caseína y proteína sérica, así como de las fracciones determinadas tanto de caseína como de proteína sérica (g/kg de leche), y los contenidos energéticos (MJ/kg de leche), la mayoría de estos parámetros quedaban en un principio afectados por el factor de covarianza correspondiente, cantidad de leche producida según ingesta (P<0,05) y composición de la leche según cuantía de su producción (P<0,05). En este caso, sólo las cantidades de lactosa, α-lactalbúmina, α-caseína y β-caseína resultaron no afectadas por la cantidad de leche producida (P>0,05). Al mismo tiempo, el tipo de dieta ejercía diferentes efectos en la composición de la leche (P<0,05) independientemente de la cuantía de la producción correspondiente, concretamente sobre su contenido en materia seca, proteína, caseína, proteína sérica, seroalbúmina, α-lactalbúmina, β- y κ-caseína. Según estos resultados, las concentraciones en materia seca correspondientes a las dietas 2, 4 y 5, además de no mostrar diferencias entre sí (P>0,05), resultaban estadísticamente superiores (P<0,05) al valor debido a la dieta 1. Las concentraciones en proteína estimadas para las dietas 1, 2, 4 y 5, resultaban no diferentes (P>0,05), detectándose, al mismo tiempo, una diferencia significativa (P<0,05) entre los valores correspondientes a las tres primeras dietas indicadas y el deducido para la dieta 3. Las cantidades de caseína total y de β-caseína correspondientes a las dietas 2 y 4, eran estadísticamente superiores (P<0,05) a los valores deducidos para las demás dietas. La concentración de seroalbúmina alcanzaba un valor máximo para la dieta 1, diferente estadísticamente (P<0,05) de los correspondientes a las dietas 2, 4 y 5. Finalmente, el valor más alto para la α-lactalbúmina se detectaba para la misma dieta 1, que en este caso se mostraba diferente (P<0,05) sólo de los correspondientes a las dietas 2 y 4.

Respecto a los valores medios (%) de la composición en ácidos grasos de la grasa de la leche, según tipo de dieta, los resultados obtenidos para la dieta 1 muestran un valor de ácido butírico (C4:0) más alto (P<0,05) que los correspondientes a las dietas 2 y 4. Igualmente, la cantidad de ácido caprílico (C8:0), para la misma dieta 1, se mostraba superior (P<0,05) que el valor debido a la dieta 5. Los porcentajes de ácido cáprico (C10:0), láurico (C12:0) y mirístico (C14:0) correspondientes a la dieta 5, resultaban más bajos (P<0,05) que los debidos a todas las demás dietas. Por el contrario, los porcentajes de los ácidos esteárico (C18:0), oleico (C18:1) y linoleico (C18:2), alcanzaban los valores más altos para la misma dieta 5, detectándose respecto del primero, segundo o tercero de estos ácidos, diferencias (P<0,05) frente a las cantidades correspondientes a todas las demás dietas, a las número 1 y 2 o a las 1, 2 y 3, respectivamente.

Analizando los resultados obtenidos se pueden enumerar las siguientes conclusiones:

1-Ingesta de materia seca. Razón forraje/concentrado de las mismas: A pesar del resultado estadístico aquí inferido según el cual no se detectaban diferencias significativas entre las tasas de ingesta de materia seca, así como entre las relaciones forraje/concentrado, bajo consumo de la dieta 1 parecía conseguirse una ingesta más alta, alcanzándose bajo la administración de la dieta 2, la fracción de forraje más baja. El primer aspecto indicado puede ser a la fuente proteica alternativa incluida en la dieta 1, probablemente la de mayor degradación ruminal, ya que los granos de las leguminosas en general, y el de habas en particular, presentan en la cabra un alto contenido en proteína rápidamente degradable en rumen. Asimismo, se conoce que las dietas con proteína más degradable alcanzan tanto en la vaca como en la cabra, una mayor ingesta. Respecto del menor consumo de forraje detectado bajo empleo de la dieta 2, conviene recordar que uno de los aspectos más típicos del comportamiento nutritivo de la cabra es su singular selección del alimento disponible, teniendo lugar una caída en la ingesta cuando en virtud de la forma de presentación del mismo. En este sentido, varios autores han constatado que cuando se alimenta a las cabras en lactación con un heno picado en vez de bajo la forma de fibra larga, la ingesta de los animales disminuye, por la menor posibilidad de selección de la dieta alimentaria. Independientemente de estos comentarios, los valores medios encontrados en este trabajo para las tasas de ingesta de materia seca por unidad de peso metabólico, resultan ser cantidades normales para la cabra en lactación.

2-Coeficientes de digestibilidad de los distintos nutrientes. Contenido en energía digestible de las dietas: En relación con la digestibilidad que una dieta presenta en la especie caprina, lo primero que es necesario indicar es que las variables más determinantes, son las que se refieren a su composición química, no pareciendo importante ni el nivel de ingesta alcanzado ni el de producción láctea conseguido. En este sentido, la composición de las dietas en este trabajo fueron muy similares, diferenciándose prácticamente solo en cuanto a su contenido en grasa, valor que resultaba mayor para la dieta 5. Igualmente, se conoce cómo la forma física de presentación del alimento, puede afectar a su digestibilidad, dando lugar la granulación normalmente, a una menor digestibilidad. Sin embargo, no siempre es este el resultado obtenido para algunos autores, que señalan que la molienda y la granulación de diferentes tipos de forrajes, da lugar en la cabra a una mejor digestibilidad bien de todos los nutrientes o al menos de algunos de ellos. Los resultados obtenidos en el presente trabajo muestran valores superiores de la digestibilidad de la grasa y del contenido en energía digestible de la dieta 2 respecto de la 1, estableciéndose diferencias a un nivel de P<0,05 y P<0,10, respectivamente. Si bien el primero de estos resultados pudo quedar afectado por la distinta ingesta alcanzada entre ambas dietas, el mayor contenido en energía digestible detectado para la dieta 2, parece indicar la existencia de una mayor digestibilidad, no pudiéndose descartar el ser éste un resultado debido, bien directa o indirectamente, a la distinta forma física de presentación de su fracción forraje. Respecto de la dieta 5, se obtenía frente a la 1, una mayor digestibilidad de la grasa, detectándose, igualmente, una alta digestibilidad de la fibra y contenido en energía digestible, en este sentido, se conoce que la semilla de algodón, fuente alternativa de proteína de dicha dieta, se caracteriza por presentar una fracción alta de proteína bypass, siendo un excelente concentrado energético y poseyendo a la vez, una fibra muy digestible.

3-Cantidad y composición de la leche producida: Bajo la ingesta de unas dietas prácticamente isoenergéticas e isonitrogenadas, la cantidad de leche de cabra producida depende, en un principio, de la ingesta de materia seca alcanzada. Diversos estudios indican que la ingesta de alimento es el principal factor que afecta a la producción de leche de cabra, y además en la mitad de la lactación, la correlación entre ingesta energética y cantidad de leche producida, llega a ser de 0,83. Igualmente, se explica en las cabras, las variaciones individuales de la producción bruta de leche, esencialmente, en función de las de su ingesta voluntaria de materia seca. En el presente trabajo, la cantidad de leche producida fue estadísticamente analizada considerando las tasas de ingesta de materia seca como factor de covarianza, resultando la producción determinada de manera significativa, sólo por la ingesta, la que llegaba a explicar el 95,4% de la varianza total, no ejerciendo al respecto la dieta efecto significativo alguno. Respecto de la composición de la leche producida, también resulta bien conocido que de manera general, existe una relación inversa entre la cantidad de la misma y la concentración de sus constituyentes. Por este motivo, y dado que el objetivo esencial de este estudio era el de determinar el efecto del tipo de dieta sobre la composición de la leche, los valores de los distintos parámetros indicativos de dicha composición, menos los referentes a la de la grasa en ácidos grasos, se analizaron considerando como factor de covarianza la cantidad de leche en cada caso producida.

4-Forma física de la fracción forraje de la dieta y composición de la leche producida: En el animal rumiante en general, el modelo de fermentación ruminal en cada caso establecido, depende de la naturaleza de la dieta en cuestión. El empleo de concentrados ricos en carbohidratos solubles, la caída en la razón forraje/concentrado, el menor tamaño de la partícula de fibra o la presentación de esta en forma granulada, son circunstancias tendentes a hacer menos eficiente el proceso de formación de ácido acético, principal precursor de los ácidos grasos que se sintetizan en la glándula mamaria, produciéndose, en consecuencia, una leche de menor contenido en grasa. Sin embargo, al utilizar en la cabra raciones cuyas características de composición se sabe que determinan en el bovino el indicado síndrome de producción de leche de bajo contenido en grasa, se vienen obteniendo resultados no siempre indicativos de tener lugar un hecho similar, resultados que algunos autores interpretan que en la especie caprina, y a no ser que se alteren desmesuradamente las características de composición físico-químicas de su ración, ésta llega a tener sólo un efecto indirecto sobre la composición de la leche producida, en relación con la ingesta de alimento alcanzada; normalmente, se establece que la cabra parece resultar menos sensible que la vaca al síndorme de producción de leche de bajo contenido en grasa. Los resultados obtenidos en este estudio sobre el efecto de la forma física de presentación de la fracción forraje de la dieta, parecen confirmar este hecho, deduciéndose para el consumo de la dieta 2 (dieta con fracción forraje granulada) frente a la dieta 1 (dieta con fracción forraje en forma de heno), la producción de leche con un contenido graso no diferente. Sobre las posibles causas que pueden determinar la ausencia de este efecto, algunos autores señalan que el comportamiento nutritivo del pequeño rumiante en general y de la cabra en particular, puede manifestarse cómo, por distintos motivos, estos animales satisfacen por medio de los ácidos grasos volátiles, una fracción menor de sus necesidades energéticas, alcanzando su estatus energético un protagonismo especial en cuanto a la cantidad y composición de su leche. En la vaca, se ha constatado que las características de composición de la ración alimentaria que determinan una caída en el contenido en grasa de la leche obtenida, inducen a su vez, normalmente, a la producción de una leche de mayor contenido en proteína y, paralelamente, a una mayor cantidad de las fracciones proteínicas más importantes. En este sentido, y a pesar de no haberse detectado en estos ensayos en cabras una caída en el contenido en grasa de la leche producida, a causa del empleo de la fracción forraje de la dieta en forma granulada, se ha constatado una mayor cantidad de caseína total, y de las fracciones β- y κ-caseína. Otros autores, utilizando distintos tipos de forrajes en cabras, no obtienen a partir de la leche producida un rendimiento en queso diferente, que podría ser debido a no haberse alterado la proteína coagulable formada. Los resultados obtenidos en nuestro trabajo mostraban un distinto aporte de grasa digestible entre ambas dietas, cantidades que resultaban iguales a 19,8 y 23,6 g/kg MS, para la dieta 1 y 2, respectivamente, coincidiendo con otros estudios en los que se constata que la suplementación grasa, incluso en pequeña cantidad, puede determinar cambios en las propiedades tecnológicas de la leche de cabra, concretamente, con un menor tiempo de coagulación, formándose un coágulo de mayor firmeza, que indican la presencia de una mayor cantidad de caseína coagulable. Según algunos autores, cuando a causa de la naturaleza de la ración se induce en el rumiante el síndrome de caída en el contenido en grasa de la leche, se produce al mismo tiempo, una grasa de composición en ácidos grasos diferente, aumentando la proporción de insaturados y disminuyendo la de saturados, aspecto éste que no se deducía en los ensayos realizados en el presente estudio, siendo el porcentaje de ácidos grasos saturados de la grasa de la leche correspondiente a las dietas 1 y 2, iguales a 71,1 y 70,3%, resultado nuevamente indicativo de no haberse producido el síndrome indicado. En la cabra en lactación y junto al efecto predominante que el estatus energético del animal parece tener sobre la composición de su leche, se deducen resultados indicativos de no producirse cambios en la composición en ácidos grasos de la grasa láctea, según las características de la ración. Este hecho queda demostrado por diversos autores, al utilizar en cabras diferentes tipos de concentrados en función de la naturaleza de sus hidratos de carbono, obteniendo una grasa de la leche cuya composición en tres grupos de ácidos grasos: C4-C12, C16, y C18:0+C18:1, aparecían sin diferencias según tipo de dieta suministrada (concentrado). Este mismo hecho se ha demostrado en nuestros ensayos, siendo los porcentajes de esos mismos tres grupos de ácidos grasos iguales a: 22,1, 30,3 y 35,9% para la grasa de la leche producida bajo consumo de la dieta 1, y 21,6, 29,9 y 39,8% para la de la dieta 2, respectivamente.

5-Fuente de proteína utilizada y composición de la leche producida: Los sistemas que hoy se utilizan para estimar las necesidades de proteína del animal rumiante en lactación, distinguen entre la fracción de proteína dietética que al degradarse en rumen puede dar lugar a proteína microbiana, y aquella otra que al escapar de la fermentación ruminal llega de ese modo al intestino delgado. Desde la introducción de estos nuevos sistemas, se vienen llevando a cabo una serie de estudios tendentes a establecer el efecto que diferentes fuentes de proteína, más o menos degradables, pueden llegar a tener sobre la producción láctea correspondiente, todo ello con la pretensión de llegar a optimizar el rendimiento del proceso en cuanto a la producción de proteína láctea. Sin embargo, los resultados obtenidos al respecto no son siempre los esperados, señalándose diferentes causas, pareciendo ser la principal que para que una suplementación con proteína no degradable pueda tener un efecto positivo sobre la producción de proteína láctea, la composición aminoacídica de aquella, debe ser tal que dé lugar a una suplementación de la proteína microbiana. En este sentido, diversos autores obtienen resultados contradictorios en la especie caprina, analizando el efecto de la sustitución de la proteína de la soja por la de otras fuentes menos degradables; otros estudios indican que en la mayoría de los casos, y bajo empleo de dietas isoenergéticas e isonitrogenadas, el contenido en proteína total o en caseína de la leche de cabra no parece resultar muy sensible a un cambio en la fuente proteica de la ración. Las diferentes fuentes de proteína utilizadas en los ensayos del presente trabajo (habas, torta de girasol, gluten de maíz y semilla de algodón), se han elegido teniendo en cuenta que las habas son un alimento muy apetecido por la especie caprina, presentando su proteína una alta degradación ruminal; mientras que las otras tres se eligieron por considerarse unos buenos concentrados proteicos, más o menos ricos en proteína bypass. Los resultados obtenidos bajo el empleo de dietas diseñadas con estas fuentes proteicas fueron mejores en el consumo de la dieta 4 (gluten de maíz), siendo éste, un gluten feed, con un 18,83% de PB, y 50,95% de FND. La leche producida bajo consumo de esta dieta, alcanzó la mayor concentración de proteína, resultando la cantidad de caseína total, y β-caseína, superior a la conseguida al emplear cualquiera de las demás dietas. Ninguna de las otras dos dietas, 3 y 5, diseñadas igualmente con objeto de obtener una leche de composición diferente en cuanto a su contenido proteico, originaron los efectos positivos esperados, resultando incluso la leche producida bajo consumo de la dieta 3 (torta de girasol), con un contenido sensiblemente menor en proteína. La dieta 5 (semilla de algodón), si bien no se detectaba como diferente en cuanto a la cantidad de proteína total de su leche en relación con las dietas 1 y 4, presentaba frente a esta última, una sensible menor cantidad de caseína total. Por tanto, y respecto de las cuatro fuentes diferentes de proteína utilizadas, sólo el gluten de maíz determinó a nivel de la composición de la leche producida, unos resultados francamente satisfactorios. Otros autores, al emplear en la alimentación de cabras, dietas en las que intervenía como fuente proteica una harina de soja o un gluten de maíz, obtienen una mayor producción de leche con el segundo de estos alimentos, atribuyendo dicho resultado al mayor contenido en proteína no degradable del gluten. Respecto de la composición de la grasa de la leche producida bajo consumo de las dietas diferentes, según su fuente proteica, la única dieta que, en nuestro caso, daba lugar a una leche con una grasa de composición distinta, era la 5, la que junto con presentar menores proporciones de ácidos grasos de 10-16 átomos de carbono, mostraba mayores niveles de esteárico, oleico y linoleico, efectos ambos derivados del mayor contenido en grasa que dicha dieta presentaba, lo que sin duda daba lugar a que una mayor proporción de grasa de origen dietético, llegara a constituir la de la leche, mostrando ésta mayores proporciones de ácidos grasos con 18 átomos de carbono.

Como conclusión final, y resumiendo los resultados obtenidos, se puede afirmar de un modo general, que es posible modificar la composición de la leche de cabra mediante la manipulación de sus dietas alimentarias.


Autoría: M.R. Sanz Sampelayo y colaboradores (1998)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)