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viernes, 12 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 12-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

En relación con la suplementación con grasa de la dieta alimentaria suministrada a las cabras y su efecto sobre el contenido graso de la leche de cabra producida, se han realizado diversos estudios ante la escasez de información suficientemente contrastada. 

En la cabra, el contenido en grasa de la leche baja cuando la dieta se empobrece en lípidos; así mismo, presenta un interés particular el hecho de que en esta especie, la suplementación de la dieta con grasa no suele determinar una caída en el contenido en proteína de la leche. Por ello, es posible reducir el riesgo de inversión de ambos porcentajes en la leche de cabra, sobre todo en los casos de empleo de dietas con bajo contenido tanto en fibra como en grasa. Antes del empleo de grasas protegidas, principalmente, en forma de jabones cálcicos, se habían estudiado los efectos del empleo de distintos tipos de grasa: aceites vegetales, grasas animales, semillas de oleaginosas, etc., obteniéndose generalmente, junto a una mayor producción de leche, una más alta concentración de grasa e incluso de proteína.

El interés del empleo en la alimentación de la cabra lechera, de diferentes tipos y niveles de grasa, viene motivado por la necesidad de paliar ciertas limitaciones en cuanto a la disponibilidad de alimento o naturaleza del mismo, debidas en muchas ocasiones al sistema de producción, sobre todo en determinadas zonas áridas y semiáridas de la cuenca mediterránea. La sustitución de parte del concentrado aportado al animal como suplemento en el pesebre, por una grasa en forma de jabones cálcicos, es la vía de intervención más adecuada para lograr los objetivos comentados anteriormente, obteniéndose un mayor contenido de grasa en la leche, incremento que depende del nivel de grasa existente en la dieta, capacidad productora del animal y estado de la lactación.

En relación con el efecto del período de lactación cuando la dieta de la cabra lechera es suplementada con una grasa, se ha constatado que al comienzo se obtiene una mayor producción de leche, con un contenido en grasa más alto resultando, en cambio, variable el efecto conseguido sobre el contenido en proteína. Hacia la mitad o el final de la lactación, normalmente no suele afectarse la producción de leche, observándose siempre un incremento sensible en su contenido en grasa, resultando igualmente variable, el efecto sobre el contenido en proteína. Este aspecto no parece depender del tipo de grasa empleado, no obteniéndose incluso, a diferencia de lo que sucede en la vaca, una caída en el contenido en grasa de la leche, cuando la dieta se suplementa con aceites vegetales, altos en ácidos grasos poliinsaturados (PUFA)

Estudios realizados en vacas en relación con las causas que a nivel metabólico determinan en esta especie que se obtenga al comienzo de la lactación un incremento del contenido en grasa de su leche mayor, al suplementar su dieta con grasa, que el conseguido a la mitad o al final de la misma, mientras que en la cabra ocurre lo contrario. Sin embargo, algunos autores informan de la existencia de una mayor transferencia de los lípidos de la dieta a la leche al inicio de la lactación siempre que se trate de una dieta rica en forraje. Por el contrario, un aporte elevado de concentrado favorecería más la actividad anabólica del tejido adiposo, en detrimento del contenido en grasa de la leche.

Algunos autores han realizado estudios sobre la respuesta de la cabra lechera a la suplementación de su dieta alimentaria con aceite de pescado, que parece ser diferente a la conseguida por otras grasas. Cuando este aceite se administra sin proteger, se produce una caída en la ingesta de materia seca junto a una menor producción de leche, presentando ésta un mayor contenido en grasa, resultados contrarios a lo que sucede en la vaca, en la que se deriva primeramente, una caída en la ingesta, obteniéndose a pesar de esto, una mayor producción de leche aunque con un contenido de grasa más bajo. Sin embargo, cuando el aceite de pescado se introduce parcialmente protegido, no cambia ni la ingesta, ni la producción de leche ni su contenido en grasa; otros autores, por el contrario, obtienen resultados contrarios, al infundir en el duodeno de la cabra 4 g/d de EPA (C20:5) + DHA (C22:6), que son los principales PUFAs contenidos en el aceite de pescado, registrándose una caída en el contenido graso de la leche, coincidente con lo que sucede en la vaca.

En este trabajo, al suplementar a la cabra lechera, en la mitad de su lactación, con niveles diferentes de aceite de pescado en forma de sales cálcicas de sus ácidos grasos, se obtiene una igual ingesta de materia seca junto a una similar producción de leche así como contenido en grasa de la misma. Por el contrario, al administrar este mismo suplemento al final de la lactación, se obtiene una mayor producción de leche, junto a un mayor contenido en grasa y proteína, prolongándose igualmente, la duración de la lactación.





Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 10 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 11-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

En relación con la suplementación con grasa de la dieta alimentaria suministrada a las ovejas y su efecto sobre el contenido graso de la leche de oveja producida, se han realizado, en la década de los noventa del siglo pasado, diversos estudios ante la escasez de información suficientemente contrastada.  

Los estudios correspondientes se refieren especialmente, al efecto del empleo de grasas protegidas frente al metabolismo ruminal, sobre la producción y composición de la leche. Una de las grasas protegidas más utilizadas han sido sales cálcicas de ácidos grasos de cadena larga, especialmente el palmítico, así como las sales cálcicas de los ácidos grasos del aceite de oliva. Asimismo, a efectos comparativos se han utilizado distintas semillas oleaginosas más sales cálcicas del ácido palmítico, y varias dosis diferentes de harina de pescado.

Desde los primeros estudios llevados a cabo, tanto en ovejas para carne como de aptitud lechera, los resultados obtenidos con la suplementación de la grasa protegida ponen de manifiesto la necesidad de que los animales alimentados con esta dieta deben adquirir previamente un estatus energético más alto de acuerdo con la ingesta efectivamente alcanzada, para que se obtenga una mayor producción de leche. Sin embargo, en la práctica se ha observado que, independientemente de la ingesta efectiva, la producción de leche no sufre cambios sensibles, en la mayoría de los casos. En opinión de varios autores, y a semejanza de lo que sucede en la vaca, cuando se trata de animales de relativamente alta capacidad de producción, éstos podrían compensar una ingesta más baja, mediante la movilización de sus reservas corporales, con lo que la producción resultaría similar a la que tiene lugar bajo un nivel de ingesta mayor. De acuerdo con esto, en diversos estudios se ha constatado una caída en la condición corporal de las ovejas al comienzo de la lactación, consiguiendo que la producción de leche no se viera afectada por la menor ingesta voluntaria del animal.

La mayor concentración de grasa obtenida en la leche de oveja cuando se administra una dieta suplementada con grasa, es sin duda el resultado más generalmente conseguido, siendo este efecto dependiente de varios factores: tipo de grasa utilizado, nivel incluido en la dieta, estado de la lactación, etc., obteniéndose igualmente, en la mayoría de los casos, una mayor producción total de grasa. Este hecho, al parecer, es debido a la influencia de la relación forraje/concentrado, a la digestibilidad de la fibra y de la grasa de la ración suministrada al animal. 

En cuanto al efecto del momento de la lactación, el incremento en la concentración de grasa de la leche se observa sobre todo, al comienzo de la misma, disminuyendo conforme el proceso avanza. En este sentido, parece resultar importante la eficiencia con la que en cada momento, la grasa de la dieta se transfiere a leche. Al comienzo de la lactación la mayor ingesta de concentrado y, por tanto, de grasa, podría determinar la mayor concentración de grasa que entonces presenta la leche producida. La menor respuesta que en este sentido, se detecta al final de la lactación, coincide con la etapa en la que el peso vivo y la condición corporal del animal comienzan a recuperarse, siguiendo entonces esta dirección especialmente, la grasa de la dieta. Diversos autores indican cómo la eficiencia de transferencia a leche de una grasa que en forma de sales cálcicas se introduce en la dieta de la oveja, resulta más alta durante el período de cría que durante el ordeño, alcanzándose la ingesta óptima para lograr una producción máxima de grasa láctea, cuando los valores son de 120 y 70 g/animal y día, para el período de cría y ordeño, respectivamente.

En cuanto al efecto que el nivel de grasa incluido en la dieta tiene sobre la concentración de grasa en la leche de la oveja, se ha constatado en animales para carne, que al introducir en la ración alimentaria niveles de sales cálcicas de ácidos grasos entre 0-20%, dicho efecto resulta prácticamente lineal y creciente, incrementándose el porcentaje de grasa en la leche, a razón de 1,5 puntos por cada 100 g de sales cálcicas consumidos por animal y día.

Otro aspecto igualmente estudiado es el que se refiere a la persistencia de los efectos conseguidos por medio de la suplementación de la dieta de la oveja con una grasa, una vez que la suplementación se suspende. En este sentido, algunos autores revelan que en ovejas alimentadas con dietas de alto contenido lipídico, con el consiguiente aumento de la concentración de grasa en la leche, dicho incremento disminuía, una vez suspendida la suplementación, hasta alcanzar unos valores basales a los 7 días de su suspensión, volviéndose a alcanzar el efecto citado, al introducir nuevamente la suplementación.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

martes, 9 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 10-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

A continuación, se exponen algunas consideraciones generales sobre la suplementación de la dieta alimentaria suministrada a los pequeños rumiantes y su efecto sobre el contenido en grasa de la leche producida.

La estrategia alimenticia con la que se consigue hacer cambiar de manera más sensible tanto la cantidad como la composición de la grasa de la leche de oveja y cabra, es la del empleo de diferentes tipos y niveles de grasa en la dieta. Por otra parte, diversos estudios ponen de manifiesto una mayor secreción de ácidos grasos en la leche de vaca cuando se suministra a los animales una grasa protegida en su dieta alimentaria, hecho que refleja la capacidad de la vaca en lactación para transportar y utilizar en la formación de grasa láctea, cantidades de grasa mucho mayores que las que normalmente se suministran en la dieta.

Desde hace años, diversos autores vienen recomendando la utilización de estas mismas estrategias alimenticias en los pequeños rumiantes, que puede ser de gran interés en zonas desfavorecidas, áridas y semiáridas, donde las explotaciones ganaderas se encuentran muy condicionadas por la alternancia de épocas de escasez de alimento en el campo con otras en las que la producción de forrajes resulta más adecuada, pudiendo entonces los animales acumular reservas corporales que serán movilizadas en los períodos de carencia. En estos casos, cuando la disponibilidad alimenticia es más escasa y debido a que, generalmente, el animal es suplementado en pesebre con un concentrado con objeto de mantener su producción, la razón forraje/concentrado puede llegar a alcanzar valores relativamente bajos, lo que originaría como ya hemos comentado, una caída sensible en el contenido en grasa de la leche, que resulta ser un factor determinante a la hora de fijar los precios de la leche en función de su influencia directa en la calidad de los quesos y en el rendimiento quesero.

En estas circunstancias la sustitución de parte de los cereales del concentrado por lípidos, resulta ser una estrategia alimentaria digna de tener en cuenta, al aumentar la densidad energética de la ración, lo que permite reducir el aporte de concentrado, lográndose en consecuencia, una relación forraje/concentrado más adecuada. Al mismo tiempo que se logra evitar la producción de una leche de bajo contenido en grasa, se podría obtener incluso una mayor cantidad de grasa láctea.

No obstante, como efecto negativo, hay que señalar que la suplementación de la dieta del rumiante con grasa, puede dar lugar a la caída en la ingesta junto a la producción de una leche con un menor contenido en proteína. Esta caída de la ingesta de alimento, por parte del animal, podría ser debida a la mayor densidad energética de la dieta suministrada o a la alteración que la función ruminal puede experimentar, dependiendo de la cantidad de grasa y del grado de protección de la misma.

En cuanto a la caída en el contenido en proteína de la leche, se constata que este hecho presenta una menor intensidad en el pequeño rumiante, sobre todo en la cabra. En efecto, en la oveja y durante la fase inicial de la lactación, se ha comprobado que la suplementación con grasa produce una leve caída en el contenido en proteína de la leche, o bien ningún cambio al respecto, e incluso algunos autores han registrado la existencia de un pequeño incremento en dicho contenido. Por el contrario, sí parece existir un efecto negativo y pronunciado, en etapas más avanzadas de la lactación. En la cabra se ha deducido no sólo que la adición de grasa a la dieta no determina una caída en el contenido en proteína de la leche, sino que éste contenido puede incluso incrementarse, siempre que se trate del empleo de grasas saturadas o bien protegidas, incluidas en la dieta del animal en niveles no elevados.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 3 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 9-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Resulta recomendable evitar que la ración alimentaria suministrada a las cabras sea deficitaria en fibra, con objeto de evitar la producción de leche de bajo contenido graso, independientemente del sistema practicado y de los efectos ejercidos al mismo tiempo por otros factores. Relacionado con este aspecto está el riesgo de la llamada inversión en el porcentaje composicional, es decir, una tasa de proteína más alta que el de grasa.

Diversos estudios confirman que las cabras mantenidas en pastizales mediterráneos pueden producir leche con un porcentaje de grasa más bajo que el de la proteína, debido a la baja disponibilidad de la vegetación existente en dichas zonas, sobre todo en verano, lo que además va unido a que una ingesta de carbohidratos rápidamente degradables puede aumentar en algunas épocas del año, por ejemplo en primavera. Otros autores han estudiado la respuesta de la cabra al consumo de alimentos concentrados, y su posible influencia en la producción y composición de su leche, derivando una ecuación por la que se estima el contenido en grasa de la misma según el aporte de concentrado; en dicha ecuación se deduce que cada kilogramo de concentrado de aumento en la ingesta provoca una caída en el contenido en grasa de la leche de 2,8 g/kg. Asimismo, se ha constatado que en las cabras la tasa de paso de la digesta es mayor que en otros rumiantes, lo que estaría relacionado con la superior sensibilidad de este animal frente al síndrome de producción de leche de bajo contenido en grasa.

Por otra parte, en los pequeños rumiantes, se ha encontrado una relación entre el turnover ruminal y el peso del animal elevado al exponente 0,25; el contenido ruminal se reemplaza por uno nuevo con mayor frecuencia que lo hace en los animales de más peso, lo que conlleva a que lleguen a disponer de menos tiempo para retener y digerir en el rumen los constituyentes dietéticos de digestión más lenta. En consecuencia, estos animales satisfacen una cuantía menor de sus requerimientos energéticos a partir de los ácidos grasos volátiles, siendo más parecidos a los no rumiantes, ya que cantidades más altas de su ingesta escapan del rumen sin ser alteradas, siendo directamente digeridas bien en el estómago o en el intestino delgado. Por ello, se pone de manifiesto que el estatus energético del animal adquiere un protagonismo especial en cuanto a la cantidad y composición de la leche producida.



Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

martes, 2 de junio de 2015

INVESTIGACIÓN: 8-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Existen diversos estudios de los niveles de ingesta energética en la dieta alimentaria de las cabras y su efecto sobre el contenido en grasa de la leche obtenida, que ponen de manifiesto una interacción entre dicha ingestión y la naturaleza físico-química de la ración suministrada, con la implicación de la capacidad productora del animal.

Desde hace tiempo se conoce cómo algunas dietas suministradas a las vacas producen en este animal el llamado síndrome de leche de bajo contenido en grasa, lo que llevó a pensar a algunos investigadores que las cabras tendrían un comportamiento similar. Sin embargo, los distintos resultados obtenidos en cabras alimentadas con dietas de diferentes proporciones forraje/concentrado, manteniéndose la ingesta energética, revelan cambios pequeños o insignificantes en el contenido en grasa de la leche, lo que indica que este animal parece ser menos sensible que la vaca a la deficiencia en fibra de su ración. En este sentido, otros autores manifiestan que siempre que la razón forraje/concentrado de la ración se sitúe por encima del valor 20/80, el estatus energético de la cabra es más importante que la proporción relativa de los dos constituyentes de la dieta. 

Por otra parte, estudios realizados en cabras empleando concentrados, cuyos hidratos de carbono son de distinta naturaleza, concluyen en que ésta no llega a tener efecto sobre la concentración en grasa y proteína de la leche producida, quedando estas cantidades determinadas por el balance energético del animal. Igualmente, en cabras en lactación, se ha registrado la misma producción de leche cuando se empleaba una dieta en la que la fracción forraje se administraba indistintamente en forma de un heno de alfalfa de fibra larga, o en forma granulada, con una concentración de grasa no diferente, como consecuencia de la prácticamente igual ingesta energética alcanzada. Estos resultados ponen de manifiesto que las raciones suministradas a las cabras sólo tienen un efecto indirecto sobre la composición de la leche producida, en relación con la propia ingesta energética, siempre que no se alteren desmesuradamente las características de composición físico-química de la ración.

En cabras en pastoreo, la administración de un concentrado tiene pocos efectos sobre la composición de la leche producida, siempre que la ingesta de concentrado no resulte mayor del 50% de la ingesta de materia seca. En este caso, el porcentaje de grasa y proteína de la leche puede incluso aumentar, siempre que se haya ya alcanzado el límite en la capacidad productora del animal. Son varios los autores que opinan que el efecto de la naturaleza físico-química de la ración resulta mayor en los animales de más alta capacidad productora que en los de capacidad media. Esto mismo es lo que parece advertirse respecto del efecto ejercido normalmente por el nivel de ingesta energética. 

Aunque la mayor ingesta energética da lugar, normalmente, a una mayor producción de leche, con un menor contenido en grasa; sin embargo, algunos autores indican cómo en animales de más baja capacidad de producción, un aumento en la ingesta energética puede dar lugar, algunas veces, a una mayor producción de leche y, en otras, a leche con porcentajes de grasa y proteína más altos, asumiéndose que la capacidad productiva del animal ha sido alcanzada cuando una mayor ingesta energética determina la producción de leche con un porcentaje de grasa más alto, y que dicha capacidad no ha sido alcanzada cuando la mayor ingesta energética lo que consigue es una producción de leche más alta.




Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)

miércoles, 27 de mayo de 2015

INVESTIGACIÓN: 6-GRASA SALUDABLE LECHE DE PEQUEÑOS RUMIANTES

Entre los aspectos a considerar respecto a la composición de la dieta consumida por los pequeños rumiantes y su efecto sobre el contenido en grasa de la leche producida, existen numerosos estudios sobre el nivel de ingesta del animal.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que tanto la leche de oveja como la de cabra se utilizan mayoritariamente en España para la elaboración de quesos, determinando la industria quesera su precio en función de su composición o extracto quesero, medido en porcentajes o grados de grasa y proteína. Numerosos especialistas han demostrado el efecto directo de ambos componentes de la leche en la determinación del rendimiento quesero. Por otra parte, también ha sido estudiado ampliamente la influencia de ambos en las cualidades organolépticas de los quesos, como por ejemplo la cremosidad depende en gran medida de la grasa de la leche, y de la composición de la misma. Asimismo, se ha asociado el sabor característico de los quesos de cabra  a su contenido en ácidos grasos de cadena corta (C6-C10), así como de los de cadenas ramificadas con menos de 11 átomos de carbono.

No obstante, conviene recordar que la cantidad de leche producida por el pequeño rumiante está relacionada en proporción inversa a la concentración de sus principales componentes, entre ellos, la grasa. Esta relación no se puede olvidar a la hora de optimizar las cantidades de leche producida en los diferentes rebaños, en función de su destino y precio finales. Esta situación determina que el efecto del nivel de ingesta del animal o ingesta energética, resulte negativo en cuanto al contenido en grasa de la leche. Hay estudios realizados en ovejas que muestran que una mayor ingesta energética provoca un incremento notable en la cantidad de leche producida, al parecer por tratarse de un animal cuya capacidad de producción lechera normalmente no ha sido alcanzada. En cambio, en la cabra existen estudios que revelan una mayor dependencia de la capacidad productiva de cada animal. De estos estudios parecen vislumbrarse dos estrategias alimentarias diferentes en ambas especies.





Autoría: M.R Sanz Sampelayo y J. Boza (2005)
José Luis Ares Cea (recopilación científica)