Hace ahora cuatro meses que nos ha dejado definitivamente, en su plenitud, a los 71 años, Tomás Aránguez Toledano, quién dedicó gran parte de su vida profesional a la cooperativa ganadera del Valle de los Pedroches (COVAP), más de medio siglo, entidad de la que fue socio, miembro del Consejo Rector, director general, vicepresidente y presidente. Tomás se ha ido, tal como era él, silenciosamente, sin apenas levantar la voz, con su timidez característica, sin armar revuelo, como en muchas facetas de sus múltiples etapas laborales y empresariales. Desde que Tomás dejó la cooperativa para afrontar nuevos retos profesionales, no lo había vuelto a ver, por lo que desconocía su enfermedad, y la lucha que hasta última hora mantuvo por aferrarse a la vida con el apoyo y el cariño de su familia y de un grupo reducido de personas de su círculo íntimo, de ahí que la triste noticia de su muerte nos sorprendió a muchos de forma inesperada. Quienes, como en mi caso, tuvimos la inmensa suerte de compartir buenos momentos con él, y de admirarlo como ser humano y profesionalmente, nos queda el recuerdo de su intensa vida de entrega, esfuerzo y dedicación a su familia, amigos y trabajo.
Tomás nunca fue persona de grandes escenificaciones ni de discursos grandilocuentes, todo lo contrario, procuraba más bien pasar desapercibido pero al mismo tiempo tenía una gran virtud, que caracterizaba y ponía en práctica en su singular participación en las reuniones y grupos de trabajo en los que participaba, y era el hecho de que le gustaba escuchar atentamente a todas las personas participantes, escuchaba pacientemente, siempre escuchaba...,y cuando al fin intervenía lo hacía en un tono moderado, confidencial, casi susurrante, que se aproximaba más al de un modo de hablar de un amigo que al de un ejecutivo o directivo con grandes responsabilidades a sus espaldas, dejando abierta la puerta al diálogo y a que las ideas y propuestas fueran fluyendo en un ambiente cordial y de trabajo en equipo. Esa virtud le permitía hacer aportaciones valiosas y reflexiones certeras que a otros se les escapaban, y ahí era precisamente donde Tomás nos sorprendía con sus ideas brillantes, su contundente inconformismo, para ir siempre un paso por delante, o como ahora está de moda decir, ciertamente innovadoras. Habilidad ésta que muy pocos directivos suelen tener, y que unido a su trato amable y tono conciliador lograron cambiar irreversiblemente la mentalidad de los cuadros directivos, técnicos y gerenciales de la cooperativa, creando un modelo propio, diferente al existente en las empresas lácteas de la época.
No cabe duda de que esta forma de ser tan singular es propia de los seres excepcionales, que dejan huella, y en la cooperativa COVAP, después del paso inicial y crucial de su fundador, Ricardo Delgado Vizcaíno, Tomás fue sin ninguna duda el impulsor de la modernización de la entidad, promocionando su presencia en el sector lácteo a través de una imagen propia. Esta marcada personalidad, junto con su habilidad negociadora y su inagotable lista de contactos tanto en las administraciones públicas como en las entidades privadas, hicieron que la cooperativa estuviera siempre en el candelero, figurando entre las primeras empresas ganaderas asociativas en el ámbito nacional.
Aunque nuestras cotidianas ocupaciones no nos permitían vernos con mucha frecuencia, sin embargo, en las escasas ocasiones que coincidíamos en algún lugar o evento, siempre pude percibir una gran empatía en nuestro trato personal, que arrancó muchos años atrás. Tomás y yo, ambos agrónomos de profesión, nos conocimos hace casi treinta años, de un modo casual, él era funcionario de carrera, que había desempeñado cargos de alta responsabilidad en las Administraciones públicas del Estado, de Andalucía, y en la Unión Europea, y que por aquel entonces iniciaba su etapa en la cooperativa, primero como socio ganadero de la explotación ovina de su familia, pasando más tarde a formar parte del consejo rector de la entidad asociativa, a la que se entregaría con enorme ilusión y entusiasmo. Por el contrario, yo acababa de incorporarme a la Administración como becario de investigación para realizar una tesis doctoral sobre la caracterización de los quesos tradicionales elaborados en Andalucía, tema por el que Tomás se interesó animándome a realizar dicho estudio, inédito hasta entonces en la región, y que en mi calendario de trabajo de esa etapa me vería obligado a simultanear con el diseño y la puesta en marcha del programa de formación en la recién inaugurada Planta Piloto de Lácteos ubicada en la localidad de Hinojosa del Duque (Córdoba, España), gracias a la financiación de la Consejería de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía.
Precisamente, una de las etapas de su carrera de funcionario, que Tomás recordaba siempre con gran cariño, fue la de su época de director de la Escuela de Capacitación Agraria de Hinojosa del Duque, y aunque cuando yo me incorporé al centro, él ya no estaba al frente del mismo, dejó una impronta entrañable en todo el personal que allí trabajaba, y como él acostumbraba a decir frecuentemente, además se había 'contagiado' para siempre de la pasión de la enseñanza, vocación de la que sería un gran defensor en todos los foros en los que participaba habitualmente. En este aspecto, recuerdo su firme apoyo a la puesta en marcha de nuestro programa de formación para mejorar la calidad de la leche producida en las ganaderías de Los Pedroches, ante la nueva normativa europea que se había aprobado, o en su implicación personal en los cursos destinados a los socios de la cooperativa colaborando activamente en algunas disciplinas del área de la producción animal, entre ellas, la gestión económica y el análisis de rentabilidad de las explotaciones ganaderas.
Por otra parte, si bien mi relación con la cooperativa en el área quesera nunca fue muy provechosa, ya que pronto me di cuenta de que este alimento no estaba entre las prioridades de la entidad a corto plazo, en mi opinión debido probablemente al desconocimiento del tema por parte de sus principales asesores científicos y técnicos, más interesados en impulsar otros temas más afines a sus propios perfiles académicos que a los intereses de los propios socios, no obstante, en el ámbito personal Tomás siempre me demostró gran interés por mi trabajo, y aunque charlábamos distendidamente sobre diversas cuestiones, también lo hacíamos sobre la elaboración de quesos y posibles iniciativas para desarrollar esta línea dentro de la sección de lácteos de la entidad asociativa.
Esto lo pude comprobar en distintas ocasiones, durante todos estos años, en la primera de ellas, aún vivía Ricardo Delgado Vizcaíno, fundador de la cooperativa y padre del actual presidente, cuando nos reunimos en la Planta Piloto de Lácteos de Hinojosa del Duque, para intercambiar ideas sobre los posibles tipos de quesos que la cooperativa podría sacar al mercado, con objeto de aumentar el valor añadido, transformando la leche de vaca, cabra y oveja de las explotaciones ganaderas de los socios. A pesar de que aquella reunión transcurrió en un ambiente cordial, lo cierto es que las propuestas de trabajo elaboradas nunca se llevaron a la práctica en la cooperativa. No obstante, aquella reunión fue para mi una ocasión única, para conocer de primera mano la opinión de dos personas tan relevantes dentro del sector empresarial de las producciones lácteas, al fin y al cabo, yo aún llevaba poco tiempo trabajando en este campo, y ese intercambio de ideas supuso un reforzamiento de la confianza en el desarrollo de mi trabajo.
La segunda ocasión que recuerdo tuvo lugar unos años más tarde, en el transcurso de unas jornadas técnicas sobre la oveja de raza Segureña, celebradas en la localidad de Huéscar (Granada), donde Tomás y yo coincidimos como conferenciantes, y en el posterior debate; al finalizar el evento, se acercó a mí y me dijo, con su característico tono de voz bajo, tengo que comentarte un tema que podría interesarte profesionalmente, la frase fue algo semejante a "me gustaría contar contigo para coordinar la creación y dirección de un departamento de investigación en la cooperativa". Aquella propuesta, no me la esperaba, y naturalmente me sorprendió, aunque muy gratamente porque venía del propio Tomás, poco dado a las improvisaciones y que, por entonces, ya era director general de la cooperativa; mi respuesta negativa estuvo argumentada en que aún no había terminado mi tesis doctoral y, mi ilusión en ese momento era centrar todo mi esfuerzo en finalizar mi trabajo de investigación iniciado años atrás. No obstante, siempre que nos veíamos en algún evento me recordaba aquel ofrecimiento, que mantuvimos en secreto como símbolo de nuestra incipiente amistad. Ahora lo hago público porque demuestra la grandeza de Tomás al respetar la opinión y decisiones de otras personas, a pesar de que en mi caso, la misma fuese negativa para sus propuestas.
Años más tarde, coincidimos en la celebración de la feria ganadera del Valle de los Pedroches en la localidad de Pozoblanco, donde Tomás fue un protagonista destacado en la organización del evento, siendo ya por aquella fecha presidente de Covap, y aún recuerdo que bromeamos sobre la fotografía ilustrativa del material promocional de la feria, haciéndole yo un comentario algo así como "me alegro de que por fin la cooperativa se haya acordado de los quesos, aunque solo sea colocándolos en el cartel de la feria", Tomás esbozó una tenue sonrisa como era muy habitual en él, no era persona de carcajadas ni estridencias, y me respondió "has visto, tú que no te lo creías, ya dimos el primer paso". A continuación, sin mediar pausa alguna, me ofreció la coordinación de la sección de lácteos, cuyas nuevas instalaciones se encontraban en fase de proyecto muy avanzado. Si en la ocasión anterior, mi negativa se basó en mi trabajo de investigación, en esta nueva oportunidad, la excusa fue mi dedicación a la actividad docente, en especial, al programa formativo de maestro quesero, que por entonces ya estaba consolidado, alcanzando incluso una cierta proyección nacional e internacional.
Como suele ocurrir en la vida, existen momentos buenos y malos, y las personas cometemos errores, cuyas consecuencias resulta imposible modificar retrocediendo en el tiempo; en este sentido, en el caso de Tomás sus últimos años al frente de Covap no estuvieron exentos de problemas, sin embargo, por mi parte prefiero quedarme con la parte positiva de mis interacciones personales con él, sobre todo las humanas, por encima incluso de su rica y completa trayectoria profesional.
Su muerte me ha llenado de profunda tristeza, ha sido una gran pérdida para todas las personas que tuvimos la inmensa suerte de conocerlo en las 'distancias cortas', donde Tomás se transformaba y se volvía insuperable en locuacidad. Quiero recordarlo como aquel Tomás luchador y defensor a ultranza de los intereses de la cooperativa, con la ilusión desbordada de un becario que recién empieza en el ámbito profesional. Quiero recordar a Tomás, tal y como aparece en la foto, de pie y dispuesto a luchar en la defensa del sector ganadero andaluz, lugar privilegiado que ocupará para siempre en nuestra memoria, como si aún estuviera caminando por las instalaciones de la cooperativa, de su querida cooperativa.
Tomás Aránguez en las instalaciones de Covap. | Madero Cubero
IN MEMORIAM, con la amistad de José Luis Ares.